Sin poder decir nada, corrí un mechón de pelo de su mejilla, me acerque más a ella, acerque mis labios a los suyos rozándolos suavemente, mirándola fijamente a los ojos, viendo como el fuego también se encendía en su interior. Sus labios buscaban desesperadamente los míos, volvimos a besarnos tan suave como podíamos, dirigí mis manos hacia sus brazos tocándola con las yemas de mis dedos, su piel se erizaba y su respiración era entrecortada. Mis manos se posaron en su cintura, atrayéndola más hacia mi cuerpo, podía sentir como su corazón se aceleraba y retumbaba en su pecho.
Nos separamos unos centímetros, mis dedos acariciaban sus hombros dejando que los breteles de su vestido se deslizaran y cayera al suelo. Su piel era suave y hervía con mi tacto.
Empecé a besar su cuello, su respiración iba muy rápido, un leve gemido se escapo por su boca.
Desabroche su corpiño sin dejar de besar su boca y su cuello, con mis manos acariciaba dulcemente sus pechos, mis dedos tocaban sus pezones y estos se erizaban de una manera indescriptible.
Nos recostamos en la cama, mi lengua toco su pezón y jugaba en círculos a su alrededor. Pronto mis labios comenzarían a succionarlos haciendo que no pudiera evitar gemir.
Con besos pasionales baje por su vientre para encontrarme con su intimidad.
Baje su lencería dejándola completamente desnuda, estaba mojada y abría sus piernas como invitándome a entrar, a recorrerla entera.
Con mis manos y mi boca acariciaba sus piernas, el principio de su vagina.
Con un susurro me dijo:
-Quiero ser tuya, me estoy volviendo loca. Tócame, bésame, haz lo que quieras, no aguanto más.

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