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VenÍ Te Cuento PorquÉ la Soledad Llena la Vida

Por: Ana Vélez

Un día dejé de interesarme por el amor que inventaba entre Barbie y Ken y vivir mi propio cuento con uno de los niños que jugaba en mi grupo de amigos: me defendía por todo y de todos, nos mandábamos cartas y me invitaba a salir a comer helado, pero nunca me dieron permiso y la cosa luego de unos meses se fue acabando hasta que me mandó a decir con alguien que muchas gracias por todo.

Luego de mi primer fracaso amoroso, con el tiempo vinieron más, porque cuando uno no sabe escoger, se topa con el pone cachos, el descarado, el vividor, el machista, el me importa cinco, el que quiere pasar el rato (no estando del todo mal, si es lo mismo que uno tiene en mente), y una cantidad de gente que nos enseña a las malas y que si bien sirven como experiencia, hay veces que a pesar de ser expertos, nos gusta pulirnos en sufrimiento, hacer maestría y doctorado a la vez y seguir eligiendo personas que dañan de manera evidente o disimulada, como si para amar, tuviéramos que morir en el intento.


Me acuerdo de una vez que me volé de la casa para ir a la playa con un tipo que me gustaba y estando allá me dijo: es que las mujeres son como los chicles: entre más las pises, más se pegan; ¡me dieron hasta ganas de vomitar! ¿Cómo era posible que yo haciendo semejantes malabares para verlo, me saliera con esa frase machista y patética? Aunque si me ponía a analizar, más patética me veía yo con alguien que se atreve a decir semejante cosa.

Perdí mucho tiempo con los: pero porqué fue así conmigo?, pero si yo lo quería tanto, pero si lo entregué todo y esas estupideces que uno se inventa para justificar nada más y nada menos que la falta de amor propio o autoestima que llaman, porque, tratando de ser feliz con otro, yo era quien se acomodaba a las circunstancias: Es que a él le gusta esta música, entonces a mí también, es que a él le gusta comer esto, entonces a mí también, es que a él le gusta mucho este lugar, entonces a mí también; y además, comparaba las relaciones de la otra gente con la mía: es que van juntos a tal parte, es que él le dijo tal cosa, es que hacen esto o aquello, y mil cosas que me dejaban desfigurada por dentro; dejé de existir para vivir la vida que el otro quería, para no desentonar, por miedo a que me cambiaran por otra, por miedo a que me dejaran.

Por ahí hubo uno que cuando me echó y me vió llorando me dijo: ay, pero es que es un dolor bonito; otro tipo me manipuló a su antojo, y bueno, no le puedo echar toda el agua sucia: yo se lo permití. Machista a morir, me escogía la ropa, me llamaba por la noche para asegurarse de que yo estuviera en la casa y entre otras, era en un tire y afloje, algo así como te quiero cuando te portas bien o cuando estoy de buen genio, pero no te quiero cuando me haces enojar o cuando no me va bien.

Podía quedarme sola, pero la idea me aterraba, y creía que podía estar con quien quisiera si y sólo si fuera alta, tuviera más nalga, si tuviera el pelo así o asá, estuviera bronceada, estuviera más flaca y mil ridiculeces que pensamos muchas mujeres colombianas, porque precisamente muchos hombres colombianos prefieren que tengás tacones a que estés cómoda o que te pintés el pelo aunque se te vuelva como un chamizo o que estés flaca aunque ya no te crezcan ni las uñas por desnutrida o que te matés en un gimnasio aunque ya no tengás tiempo para leer; además es una total contradicción que sea el tipo gordo, el calvo, el espagueti, el feo, quien pide que le presenten a una bien mamacita, o no?

¿Quién daña a quién? ¿Nosotras por darles gusto o por no tener autoestima? ¿Los hombres por exigentes o por abusivos? Muchas veces también se invierten los papeles&

En fin, una tras otra, mis experiencias en el amor eran lo mismo: un fracaso, el reflejo de mí misma: ¡un total desastre!

Luego de tantas caídas, fui yo la que se volvió cosita seria, diciendo es que uno aprende, pero en realidad ¡no había aprendido nada de nada!, porque entonces cuando aparecía el chévere, buena gente, querido, inteligente, lo mandaba a voltear tajadas; me volví tan cansona, que alguien me dijo un día que para dar con el tipo perfecto, iba a necesitar un cruce entre mi perro Martín y el Papa&

Después de fregar y fregar por estar acompañada, lo único que me ayudó a salir de semejante nudo en el que me encontraba y que yo misma había hecho, fue quedarme sola y es que tiene toda la razón la frase: es mejor quedarse solo que comer mierda acompañado.

Lo que había vivido me había empezado a enseñar a recobrar mi personalidad y me di cuenta qué tan cansada estaba por intentar ser otra persona. Por un tiempo no quise nada con nadie; merecía mi espacio, perdonarme por haberme perdido respeto, por todas las heridas que yo misma me había hecho con ayuda ajena, por haber ido olvidando mi vida; despacito recuperé mi calma y me empezó a gustar quién era yo, bailando mi vida como quería, no como un tipo me dijera y tratando de aprender cuándo insistir y cuando desistir, cuando ser y cuando desaparecer, cuando decirle no a los que me querían robar mi tiempo, y a sacar del llavero a los que pedían a la mamacita.

Se acuerdan del niñito que me gustaba por defenderme? Pues me di cuenta que me podía defender yo sola y eso es precisamente lo que he hecho desde que supe quién era yo de verdad.

No he parado de defender a la mujer que soy ahora por todo lo que lloró y lo que hizo llorar, y haciendo el proceso, un día en el camino encontré a alguien que le gustó como soy en realidad, que me quiere y me respeta por esa misma razón, porque solo así entendí que estar acompañado muchas veces es sentirse más solo, pero que también estar en soledad puede llenar la vida.
Venitecuentoblog08 de diciembre de 2016

1 Comentarios

  • Polaris

    Me ha impresionado tu relato, voy a seguirte, creo que tengo cosas que aprende de ti.

    Saludos Pol.

    09/12/16 12:12

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