De repente tomó sus cosas y se marchó,
le grité que no se fuera hasta perder la voz
Corrí trás ella para rogarle una vez más,
me respondió dos veces mi amor sin alas no vuela ya
El visado de su alegría se le venció,
y me convertí en ilegal en su corazón
Quize besarla con el rocío de mis labios,
pero su boca estaba seca como un árbol deshojado
La melodía de su cuerpo se alejaba como una triste canción,
y en sus oídos borraba las letras de mi pasión
Le pedí perdón por a su juicio declararme culpable,
que sea mi jueza y en su sentencia sea agradable
De la cama su perfume y el polvo se los llevó,
y la bombilla de mi habitación jamás se encendió
Cambió el reloj de mi vida, y los días de su adiós,
cambió mi despertar y las noches en que la luna ella llenó
Todo cambió! (William Ventura)