Francisco mira hacia las alturas, a la figura del abuelo, enorme e inalcanzable, todo un misterio a descubrir. Él es hombre de suspensores y sombrero de pana al que no le enseñaron a dar abrazos sino a mantener el ceño fruncido hasta esculpir con surcos la frente para dar a conocer a todos su hombría y seriedad. Sin quitarle los ojos de encima, le busca la mano confiadamente y en un segundo, lo que le toma al abuelo bajar la mirada hasta su altura y encontrarse con la expresión juguetona que ronda el rostro del pequeño, las reglas de la vida estampadas en la frente del hombre desaparecen y Francisco recibe como regalo la sonrisa del abuelo.
fin
Wow...
es increible este texto...
me a gustado de una manera tan especial...
persibo una sinceridad en este escrito...
algo tan cierto y a la vez tierno...
me has deleitado con esta historia...
realmente te felicito...
me lo llevo a favoritos...
un abrazo y mucha suerte para ti...