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Christine

— ¿Puedes dejar de matarme? Le gritó Christine suplicante, golpeando el escritorio de madera con ambas palmas. Él, sin embargo, siguió escribiendo sin levantar la mirada, no existía tal necesidad. Su largo y majestuoso cabello rubio, su precioso vestido verde esmeralda y aquél azul brillante en sus ojos eran aspectos que ya conocía a la perfección.

Aquella noche él la hizo hermosa, merecía despedirse luciendo espléndida.

— ¿Por qué hice todo lo que hice para terminar así…para que tú lo termines así?—Se puso en posición erguida, apretando los puños contra su vestido y agachando la cabeza para ocultar, de forma inútil, sus lágrimas.

—No llores mi Christine—. Le pidió de forma amable él sin levantar la cabeza, continuando su escritura.

— ¿Puedes dejar de escribir por un momento?—le gritó ella molesta.

Él, con suavidad, dejó su bolígrafo a un costado de las hojas y por primera vez en la conversación, la miró a los ojos. Tal gesto sólo logró poner más triste a la bella Christine.

—No te estoy matando.

—No ahora, porque dejaste de escribir—ella se acercó y posó su mano en la de él—No quiero dejar de existir.

Él sonrió al escuchar aquellas palabras y esperó unos segundos hasta retirar su mano de la de ella.

—Nadie quiere borrar su existencia, yo no quiero borrar la tuya— se recostó en su asiento, agotado de estar allí sentado las últimas horas— todo lo contrario, quiero que tu existencia perdure por siempre.

— ¿Pero por qué me matas?

—Para que vivas.

Christine no le dio importancia a la poesía de su respuesta. No la podía culpar nadie, estaba hablando con el inicio y fin de ella.

—Sabes lo que crucé para llegar hasta aquí, me enfrenté aquellos lagartos alados.

—Dragones—corrigió él.

—Los dragones escupen fuego—protestó ella.

—Hay dragones que no…

—No importan los lagartos—interrumpió ella volviendo al hilo principal—Perdí a muchos amigos para llegar hasta aquí ¿Realmente vale la pena que esto termine así?

—Sí—Tomó su bolígrafo y se acomodó en su asiento, encorvándose hacia el escritorio—. Lo siento Christine.

Con auténtica pena, continuó escribiendo.

—No quiero morir, no ahora—lloró Christine.

—No lo harás…no en la forma que tú crees—Siguió escribiendo.

Ella se abrazó a sí misma, pensando en cualquier alternativa, cualquiera que le negase la visión de su propia muerte—Todo esto…no puede estar pasando, esto es sólo un borrador.

—Son tus líneas finales Christine.

Ella se paralizó antes aquellas palabras y enfureció.

—Todo esto es tu culpa—gritó señalando como el causante de todos sus males—Tú quieres que esto pase.

—Te estoy dando el final que te mereces por respeto, por amor.-Su respuesta sonó cordial. El movimiento de su mano no titubeó en ningún instante.

—Nunca te importé, ninguno de nosotros. Éramos tus juguetes.

—Han llegado a importarme más que mi propia vida. En especial tú.

La sinceridad de él logró calmarla, pero seguía nerviosa, aún más que antes.

—Tiene que haber otra forma. Tú eres tú, sé que puedes encontrar otro camino en el que yo tenga mi final feliz.

—Este es tu final feliz…el mejor que te he podido conseguir.

—Podría destruir la gema otra persona, no tengo que ser yo.

— ¿Prefieres que sea Caroline, tu hermanita?— la miró de reojo para estudiar su reacción. Supo que de ninguna forma ella cambiaría de posición, Christine luchó mucho por darle una mejor vida.

Ella rompió a llorar desconsoladamente, cayendo de rodillas al suelo.

—Había tantas cosas que quería hacer, siento que…me pierdo de tanto—Se sentó en el suelo y apoyó su cabeza en sus rodillas mientras se abrazaba.

—No es así—respondió él—Has vivido una de las vidas más interesantes que tuve el placer de conocer, incluso a tu corta edad. Has conocido el amor y el odio, el calor de una familia y el frío de la tristeza, la esperanza por un nuevo mañana y la desolación de una última noche.

—Ellos se pondrán triste. No quiero que lo estén… ¿tú estarás triste?

—Christine…estoy llorando ahora—. Al oír aquello, la joven levantó la cabeza sorprendida para comprobar que era verdad. Sonrió con tristeza, comprendiéndolo.

— ¿Esto te duele más que a mí verdad?—preguntó con amabilidad.

—No me gusta comparar dolores…pero cada letra es una apuñalada y un beso—Se dispuso a continuar con la escritura pero su mano no se movía, estaba paralizada en el aire, temerosa de continuar.

—Deja que te ayude—Christine, con lentitud, saboreando cada segundo frente a él, rodeó el escritorio y se le colocó a la par poniendo su rostro cerca del de él—Permíteme presenciar el hermoso movimiento de tu muñeca.

Christine apoyó su mano en la de él, la que sostenía el bolígrafo y él continuó escribiendo.

“Viendo cómo todo era destruido, cómo se corroía ante la corrupción de la gema, Christine lo decidió. Ella avanzó hacia delante a duras penas, sus venas ardían y sus huesos chillaban…”

—Sigue—lo animó—Ya sabes lo que ocurrirá.

— ¿Cómo lo sabes?—quería conversar un poco más con ella. Ya no estaba tan confiado de terminarlo aquella noche.

—Porque yo lo sé.

“A pesar del grito de sus amigos y el de su hermana, ella subió cada uno de los peldaños que comenzaban a desaparecer. La gema flotaba en el aire irradiando una luz verde que le cegaba los ojos. Era hermosa y estaba destruyéndolo todo.”

— ¿Viviré después de esto?—preguntó sin miedo, con añoranza a un futuro que nunca conocerá.

—Por supuesto, siempre estarás viva mientras te recuerde el corazón de alguien—respondió con calma—Y todos se enamoraron de la luz de tus ojos nunca vistos. Es la gracia de ustedes.

—Fuiste el responsable de las peores cosas que me ocurrieron en la vida—para su sorpresa, Christine no se le estaba quejando, sólo comentando—Pero por ti experimenté una gran felicidad. Gracias.

—Perdón…y de nada.

“Blasón sostuvo a Caroline para que no se acercara, ambos lucían desesperados ante aquella situación pero Christine avanzaba con sorpresiva calma. El dolor había desaparecido aunque sentía cómo moría. Subió el último de los peldaños y allí estuvo frente a la gema. Muchos lucharon por ella y muchos más perecieron y ahora, era ella la que estaba ante tan majestuosa piedra. Estiró la mano y la apretó con su puño. A diferencia de los anteriores, ella no utilizaría su poder, lo destruiría.”

Christine lo rodeó con el otro brazo y se le apretó.

—La gema…es cálida. Es un sentimiento bello.

—Fue hecha de la esperanza de muchos…tenía que ser así.

— ¿Ésta es mi última línea?

—Sí.

Christine le dio un cariñoso beso en la mejilla. Él escribió.

“—Gracias por dejarme vivir esta fantasía—dijo Christine a todos mientras hacía fuerza con su mano. La gema se destruyó en el interior de su puño y el brazo de ella comenzó a desaparecer dejando una estela verdosa. Después lo siguió el hombro y sabiendo su final. Volteó hacia sus amigos.

Antes de desaparecer, les dedicó una sonrisa.”

Cuando el escritor terminó, Christine ya no se encontraba más a su lado, en ningún lado. Al menos no en ninguno que fuese capaz de ver.

Sabía que la extrañaría.
Wolfy17 de agosto de 2015

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