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Sin Lugar para Las Sombras

Existió una vez un chico que había conocido a una chica, ambos habían hecho conexión al instante y el amor, como es típico en las historias, no tardó en florecer. El chico no había nunca congeniado tanto con otro ser igual y lo mismo se podía decir por la chica pues, en un enorme gesto de confianza y fe, le permitió entrar en lo más profundo de su alma, un lugar que cada uno tiene reservado para sí mismo, un palacio tan enorme como bello.
Cuando el chico entró no pudo evitar maravillarse ante el alma de la chica, el techo estaba tan alto que de no ser por las numerosas columnas hubiese jurado que dicho techo no existía y las paredes estaban repletas de enormes ventanas que eran prácticamente trasparentes.
Tan radiante era el alma de la chica que no había lugar para un ápice de sombra, una pena pues él era una.
Con el más ligero de sus toques y de forma accidental, una columna se tornó oscura y comenzó a derrumbarse, luego otra, y otra y así hasta que todo el lugar se convirtió en nada sin que el chico pudiera frenarlo a pesar de su deseo de ello. Agobiado por la tristeza, el chico no tuvo palabras para decirle a la chica que lloraba desconsolada en el suelo rodeado de los escombros de su alma. El chico dio media vuelta y corrió. Corrió hasta que nada ni nadie fuese capaz de alcanzarlo
Wolfy19 de agosto de 2015

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