Cuántos caminos recorremos mientras tu mano cual roca eterna, no cede.
El verde, el rojo y el gris no se detendran, con tibia alianza, en el gran prado que avistamos, del horizonte no queremos saber...
En la balanza inerte, muerta, contagiada por las manos, cual Midas inocente, distancia inexistente...
Son ya doce caminos de aquella gama que resplandece, nos deslumbra a veces.
Y del equilibrio eterno, nuestras almas disimulan en una danza que hierve, ganando la batalla a aquella gema cristalina, que con disfraz de piedra, nos mira.