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El Suelo Infinito (1ª Parte)

El muchacho interrumpió su paso, hacía días que vagaba sin rumbo fijo a través de la nada más absoluta, llevaba tiempo sin comer, un tiempo que era incapaz de precisar, pero que seguramente se extendía más allá de los cuatro o cinco días. Curiosamente no sentía ni había sentido en ningún momento la necesidad de llevarse nada a la boca, ni tan siquiera había experimentado la urgencia de humedecer su garganta. Es más, tampoco recordaba haber descansado ni haber tenido necesidad alguna de detener su marcha.

Había caminado todo ese tiempo a paso ligero a través de lo que parecía una estructura cíclica, sin principio ni fin. Hasta donde alcanzaba su vista sólo era capaz de observar el negro más absoluto, interrumpido por una línea blanca, lejana, aparentemente inalcanzable, posiblemente un horizonte virtual. Tampoco hubiese sido capaz de afirmar con seguridad que lo que pisaba fuese realmente un suelo ya que la superficie por la que vagaba hubiese sido absolutamente imperceptible si no fuese por los continuos destellos que aparecían en forma de baldosas eléctricas que abarcaban una superficie de aproximadamente un metro cuadrado a cada paso que daba, para luego desvanecerse al siguiente paso. Del mismo modo que nada parecía indicar la existencia de un suelo al uso, tampoco nada predisponía a creer en la existencia de una bóveda celeste que descansase sobre su cabeza. Bien podría haber estado andando a través de una cinta de Moebius, haber quedado atrapado en un agujero de gusano, o haber sido enjaulado en un pequeño reducto del más absoluto vacío. Pero el hecho es que el muchacho tampoco se había llegado a plantear tal circunstancia, simplemente se había limitado a seguir andando.

Sin embargo, ahora había encontrado algo nuevo, un pequeño objeto se había cruzado en su camino y una leve sensación de curiosidad le había obligado a detener su marcha. A escasos metros de él, aparentemente flotando, se encontraba lo que parecía una pequeña llave de las que se usaban para dar cuerda a los antiguos juguetes de los niños, a los juguetes fabricados antes que las pilas llegasen al mercado. El niño, tras un pequeño instante de titubeo dio dos pasos más, se agachó y recogió con delicadeza esa llave. Observó detenidamente sus formas intentando descifrar su posible utilidad, después de varios minutos fijándose desde todos los ángulos posibles en las formas de la llave alzó la mirada. Con sorpresa observó que a unos veinte metros, también flotando en esa nada absoluta, había aparecido un pequeño objeto esférico.

El chico avanzó hacía él, esta vez su curiosidad era manifiesta, su corazón latía un poco más rápido de lo normal, nunca había apreciado un cambio en la regularidad sincopada del pequeño órgano que palpitaba en su pecho. Una vez tuvo la esfera a sus pies quedó boquiabierto. No por su tamaño, ya que apenas debía tener más de diez centímetros de diámetro, sino por la increíble complexidad de formas y colores que conformaban su superficie y que no había podido apreciar hasta tenerla a sus pies. La recogió aún abrumado por la fascinación y repitió el mismo proceso de meticulosa observación que ya había realizado con la llave encontrada instantes antes. Llave que aún sujetaba en su mano izquierda.


Continuará...

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Xavi8628 de enero de 2009

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