Ningún ser humano es ilegal.
Envueltos en la noche, ateridos de frío, húmedos, miedo y temor, con la ilusión en una vieja tierra de disputas, de catedrales, autopistas, ciudades y centros comerciales. Sueños de bienestar y de consumo.
Clandestinos embarcados en chalupas de castigos, hacinados, con las amuras bajo la línea de flotación, golpeados por las olas, azotados por el viento, fustigados con mangueras de puños de maldad y de mandos de desorden.
Estelas que dejan cuerpos de abandono, caídos por babor, lanzados por estribor, siembra de muerte entre las olas, puntos negros de cruces que yacen anclados en los fondos salinos sin lápida, sin epitafio, vidas surcadas de olvido, ignoradas, sueños perdidos, ilusiones inacabadas.
Llegan a las costas, unos pocos, otros mueren al albur del oleaje, otros son rescatados y los mas indefensos mueren, nos llegan a las playas, con el sueño ya dormido, trapos mojados de peluches.
Y siguen con la cabeza vuelta. Levantando muros, trazando líneas, Campos de internamiento. Esperanzas agotadas.
Cuanta impotencia, Xavier, ante el dolor humano.
Los vemos pasar por delante de nuestros ojos y no podemos hacer nada.
Malditas sean las guerras y los hombres podridos que las causan.