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Honores a la Naturaleza

Fuimos la clemátide que nació en esos jardines de nadie,
con ilusiones aladas a los frutos de antaño,
inmersos en aromas y sabores de tentación.
Somos carne débil, somos frágiles, somos humanos.
Cansados del vértigo, insaciables pero satisfechos de la sórdida vida.

Hemos de rodar en espacios infinitos con fronteras limitadas,
profanando libertad pero anhelando alas.
No sabemos ni sabremos el por qué de los desvaríos,
tan solo son sueños, pensamientos –suspiro-
Qué ilusión de vida.

La vida es un letífero desencanto donde los rosales esconden sus pecados al codiciar los pies de la conciencia sin sentir sus propias raíces muertas.
Ya todo abra muerto para el próximo tiempo de esperanza y de deseo,
ya nada estará vivo solo nuestro anhelo, la avaricia;
solo nuestra impune desgracia, la ambición.

El resollo de cada día abate algún misterio que se posa cual lágrimas de lluvia sobre las hojas cetrinas;
que han de invocar entre brumas de fantasía las orquídeas negras
-conocedoras de toda fútil dependencia-
y así, sobre toda herida humana que llevemos como marca ancestral, caerá, como aquel maná en papiro maligno, milagrosas árnicas que curen cada silente delirio, poderosas voces en plegaria abatirán la existencia.

Y en aquellos ojos la marca pueril de una vida soñada, de una sombra anhelada, de un territorio conquistado… en una Tierra destruida.
Podemos ser la clemátide con estériles deseos de envolvernos en el festín de la melodía y ser la medicina del alma en esos jardines de nadie.

No sembraremos rosales de plata en bancos de pastizal porque retoñará bajo el negro terciopelo de nuestra nocturna lluvia veraniega la desgracia de vernos agonizando en el último suspiro.

No es tiempo de apaciguarnos, es momento de lucha y de ansiedad, placidos de la destrucción es hora de empezar a revocar la inconsciencia y dejar de yacer sobre ansias de estupor, para aquel día saber que:
La Naturaleza Proveerá.
Yaia31 de enero de 2010

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