En ese segundo,
Con la tensión
De la vergüenza fulminante,
Las palabras se atascaron
En su garganta;
Disputando por cuál explotaba primero
En la incertidumbre
Del mundo exterior
Atropellándose unas con otras,
Hasta confabularse
En una mermelada textual,
Carente de sentido,
Pero despilfarradora de ideas;
Al menos eso semejaba
Dentro de su cabeza,
Al repetirlo una y otra vez,
Una y otra vez,
Una y otra vez
Golpeteo tras golpeteo,
Perforaron su cráneo
Cientos de miles
De ideas inconclusas,
Que pintaron su mundo
Con un dulce sabor,
Y lo deleitaron con el atónito
Color rojo marrón,
Brillante en ocasiones,
De las ensangrentadas frases sin final,
Que continuaban, fugitivas
De su aún latente cabeza
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Entonces lo entendió;
El sin sentido del amor
No tiene cabida en la lógica
De su cuestionado soliloquio
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