Hace algunos años solo eramos dos niñitos, pequeños, juguetones.
Él eras más resultón, y yo era como ahora, huidiza y encerrada en mí misma, quizá tuvimos una química especial que nos acercaba... amistad, cariño... eran cosas de crios.
Cuando crecimos nos alejamos, diferencia de sexos, de opiniones y de vidas. Luego se acerco por medio de otra persona. Volvimos a ser como antes, nos protegíamos mutuamente, y seguimos siendo igual, nos protegemos a nosotros mismos. ¿Conocen el juego del Marco Polo? Cuando estabamos por ahí, ambos con nuestros respectivos círculos, él me gritaba: YODIII!! y yo siempre le contestaba, HUGUII!!! a modo del juego. Se notaba que él queria que supieran que yo era como su hermanita, que era importante para él, y que siempre me protegería y estaría conmigo, a veces era lo único que decía en toda la tarde. El jueguecito ya no es tan estricto, pero el cariño sigue impune. Tengo un hermano, y mi hermano y yo nos llevamos casi igual como me llevo con él, pero él es diferente. Cuando me abraza por detras, y me da un beso en la mejilla siento como si tuviera alguien que me protegiera, que me obligara a seguir, que me diera fuerzas para luchar por todo, que tira de mí para arriba.
Supongo que eso lo hace un Hermano. ¿Pero saben cuál es el problema? Que sin sangre no hay ninguna barrera para enamorarse.
Un relato personal, que al ser le?do, instantaneamente hace parte de nosotros. Un abrazo Yodyastorga