Cuando somos niños vivimos el mundo perfecto sin defectos ni preocupaciones, vivimos ilusiones que amamos tanto como si el infierno no existiera, todo es color arcoiris, este mundo es tan maravilloso decimos, que tanto aquí como al otro lado del espejo es la misma falsa miseria que tratan hacernos ver.
Nos hacen ver que nuestra infancia es unicornios y golosinas, pero de fondo los calabozos y dragones que ponen en caos el panorama adulto que es el espejismo oculto, la frontera de lo que es y sera a futuro.
La verdad muero por volver a esa perfecta mentira...
Pero eso que decían mis padres de que debajo de mi cama no habían monstruos no era cierto, me he asomado y he visto al monstruo de la realidad, es una terrorífica y horrible sensación que invadió cada rincón, extraño esa infancia de juegos infinitos de momentos de risas, llantos y otra vez risas porque la verdad que no había tiempo para llorar por cosas vanas como la muerte ella no existía en mi mundo perfecto.
Pero fui creciendo y entendí que el monstruo que habita en mi armario salio a enseñarme la cruda realidad, que la vida es cruel y que cada día anhelo cosas que no volverán, que no debí crecer pero que sin ese inevitable proceso como pudiera sobrevivir a esta constante evolución...
