Esas palabras se quedaron secas,
al igual que las hojas,
ola piel curtida de un rostro ausente.
Bajo el silencio resuena la inconstancia
del poeta muerto, o callado, o indeciso,
o presa de un afán que jamás concluye.
No me alejo del jardín, donde las olas arrebatan
las arenas de mi ausencia.
Repite el reloj sus horas cadenciosas
y sé, por ti, que la rutina es inercia,
pero el sol la ejecuta en su danza milenaria.
Ahora...miro cuanto no alcanzo a ver
y se alejan las nubes, y la vida tiende a forjarse
en un crisol de lágrimas.
Más allá de cuantos deseos he perdido,
tan sólo me queda ser testigo de mi propia
vanidad, arrojada a un vacío donde renacen
dioses de rostros multiformes.
He dejado de creer en ti, limonero de la orilla,
rosal silvestre, mano alzada sobre una mesa.
Lejos de cuanto creas sucumbe a tu miedo
en el sacrificio de las manzas caídas en el césped.
Un nuevo pecado culmina mi silencio:
tan sólo esperar a que se consuma
mi última metáfora.

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3 Comentarios

• 

  Beth

  Me parecen hermosos versos, de principio a fin, aún teñidos de un leve desengaño. Pero...sólo que quien no siente nada ni ha vivido puede permitirse el lujo de no haber padecido nunca el desengaño. Un cariñoso saludo y mi agradecimiento porque compartas tus poemas

  28/10/12 07:10

• 

  Buitrago

  Muy bueno y, creo que Beth, lo ha disegcionado magistralmente
  Un saludo
  
  Antonio

  28/10/12 08:10

• 

  Elmalevolico

  Darse cuenta de las malas decisiones, es algo que nos toca profundamente... y tu lo conviertes en un poema magnífico...
  
  gracias por compartirlo...
  
  Saludos...

  29/10/12 06:10