A Veces No Amanezco Triste
A veces no amanezco triste, sino abstracto. Surge el sol por mis pupilas y se va por la ventana sonriendo, cantando, haciendo brillar el patio con golondrinas, pero no con rayos. De mis manos efervescen mandarinas o zapatos, se me ponen musicales los oídos, siento grillos dentro del cráneo. A veces me asusta la guitarra, que se pone a girar sobre su eje y gira tocando el acorde del diablo, o levita furiosamente y se contonea como seduciéndome, como deseando que la siga mirando. Escapo, corro por la calle que se convierte en avenida, que se transforma en espacio y me aparecen al paso galaxias y asteroides y laberintos de niebla blanca, de luminosa antimateria, de fragancia sideral explotando, vibrando sonoramente. Otras veces me salen en el camino mujeres que se deshojan serenamente, que van fumando y se marchitan o se endurecen. O pasan sombreros rodando, en estampida, y suenan como caballos. A veces no amanezco triste, sino durazno o acertijo y pienso que sigo dormido, pero no es posible, porque en sueños sí amanezco triste y triste sigo soñando, esperando despertar, para ver como amanece.
