El tajo de billetes se está acabando. Alberto está enojado. Mira hacia el oriente por la ventana, el oriente le aguarda, el espíritu sobre el dinero, la mente sobre el cuerpo, trascender sin sobrevivir. Esos viejos monjes hindús que levitan y no comen. El jodido nirvana. Alberto se va a dormir, enojado. Sueña con el Tíbet, y en el Tíbet un anciano barba-larga que le mira con la boca, con una sonrisa de paz infinita, o infinita mofa. Alberto sueña enfurecer y conecta el puño con esa muequita calmada. Le quiebra la paz al viejo. Mañana ya no hay plata, Alberto está pobre y asustado. Duerme el día entero y como a las seis sueña con el anciano, que le muestra una gruta en Kashmir donde hallará una fortuna. Alberto roba unos centavos y se escapa al oriente en un vuelo barato. Halla Kashmir, halla la gruta. Le rodean unos bandidos, le quitan las ropas y le dejan medio muerto, tirado. Sueña Alberto con el viejo, que ríe y después de un rato declara: “te la pelas pendejo, esto es por partirme la cara”. Ah, la mente sobre el cuerpo, el jodidísimo nirvana.

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