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Era Otro Orlando Andrade

A prisa comenzaría Orlando Andrade. Con rabiosa ligereza, la del inspirado, la del que ya sabe como hacer lo precisado. Trataría su obra de un país precioso, completo, de sus eternos bosques que se vuelven mares, valles que se vuelven praderas que reflejan en su pasto las estrellas, de sus cuevas, de sus montes que aniquilan el cielo, de su cielo que sangra cuerpos siderales. Pondría luego su tristeza seres de propiedades elegantes, químicas, sensoriales, tigres verdes, elefantes amarillos, roedores transparentes, aves que cantan de ti, serpientes que sonríen y en la piel llevan presagios escritos, mariposas que van de a tres siendo una, ruiseñores que sueñan (ruisoñares). Despues la manía le dictaría pueblos, de personas que apenas se notan por creerse piedras o árboles, de nobles pescadores, de crueles mercaderes, de toscos cazadores, les pondría nombres gratos al oído y costumbres peculiares y les pondría heroes y a los heroes hazañas con trovadores con cantares y les pondría cronologías históricas que fueran empatando con las otras, de China, Egipto y Mesopotamia. Así tramaría su imperio invisible, que terminaran de construir en letras los hombres y en mitos el aire, que se escurriera por el orbe y jamás se encontrara ni encontrase por ninguna parte. Y al final, incurable de ambición, Orlando Andrade escribiría a Orlando Andrade, inmenso. Le motivara algo más que la aventura artística. Algo más mezquino. Aunque poco indecente parezca obrar de alquimista, ejecutar un experimento literario:

“…vuelto en nada y recuerdo cada miembro de las orientales huestes por golpe de la espada en su mano terrible, Orlando Andrade se hizo de los templos que brillaban dorados y de las mujeres con más finura esculpidas. Le abrazaron los esclavos y juraron seguirle. Llenó las talegas del blanco grano que ahí se cultivaba (Arroz) y prosiguió la conquista… que primero se caerían las estrellas que dejar de rendirle adoración, y él aceptó… puso Orlando Andrade así, los inmateriales cimientos del edificio que es todo el mundo antiguo…”

Y hoy es blasfemia insultarle. Es como fuego su nombre, a no tocarse. La tradición no necesita certezas, basta alguna suposicion espectacular, especular que al menos una vez dio la raza humana un ser divino como Orlando Andrade.
Abrahamsaucedocepeda25 de enero de 2010

2 Comentarios

  • Stochastic

    Aquí vuelves de nuevo con uno de esos geniales textos que no dejan nunca de arrancarme una media sonrisa.
    Un saludo, y como siempre un placer leerte.

    25/01/10 06:01

  • Gabrielfalconi

    ganial amigo
    no se como pùdiste resumir todo eso en un microcuento!!!
    felicitaciones

    08/03/10 02:03

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