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Prejuicio y Prejuicio.

Éste es el cuadro helado de un gesto que me hace la garbosa Nina Núñez. Está farfullando la palabra “bueno” porque le ha resultado imprescindible machacarme a toda velocidad el sobrebatido “que bueno que has venido”. La nariz respingona, la mirada vivaracha y la cortesía: salpicando. En el mismo gesto no solo me dice “bueno”, me dice “innecesario”, pero con un brilloso edulcorado amarillo necio, que me despierta el malhumor diabético heredado y me pone genéticamente en defensa de mi historia, de mi nación y de mi pundonor bien cobrado. La pura sonrisa de ésta dama, agradecida por encargo, la declara una necia gazmoña, crucificada, que se sobra en preces y adulaciones coquetas de los hombres necesarios y que se queda corta en las manías humanizadoras, vivificantes de las verdaderos seres humanos. Me deshace este cuadro la paciencia y me reclama una contestación adoctrinante. Le dejo terminar su arrumaco y le respondo “déjate de zalamerías y dime que me amas tanto como yo te amo”. Así me sincero ante ella y ante ustedes y después de sobrecogerse con otro gesto de belleza helénica, me contesta: “que arrebato de bravía wey, yo te creía un mojigato.”
Abrahamsaucedocepeda23 de abril de 2009

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