A los tres y medio ya saben incluso cómo camina un viejo. Juegan en las escaleras a ser hombres viejos, con bastones invisibles, sordera y el tembloriqueo burlón en las piernas. Fingen hablar cansado y luego por alguna razón se dan de codazos. Ya de niños somos necios. La edad viste a la necedad, la viste de elegancia. Eventualmente la edad se cansa o se enferma o pierde las apuestas. Y queda la necedad de uno desnuda al viento, donde no debiera, cuando más aterra.
Me gusta mucho tu entrada, Abrahan, pero no estoy segura de estar de acuerdo con lo que dices, Hay ancianos sumamente sabios. Y jóvenes espantosamente necios.
De necio nada Abrahán. Ni lo sueñes.
También hay jóvenes extraordinariamente inteligentes y viejos espantosamente chochos. Jajajja
La vida es según se mire y si fuera necio lo que escribes no estaría aquí perdiendo el tiempo.
Aquí contigo me encuentro en la Gloria.
Te abrazo mucho.