TusTextos

El Último Orgasmo Capítulo 4

4
Bajo el paraguas
(Capítulos anteriores, abajo)


Los miércoles eran de los peores días para Joaquín. El ser mediados de semana y el día del espectador en los cines de la zona hacían que el mendigo se viese obligado a pegarse en la pared y no moverse más que nunca ya que, ni siquiera podía distinguir los zapatos de aquellos que formaban la primera fila de la manada nómada.

A falta de dos horas para el cierre oficial de todos los centros comerciales, Lucía había vuelto a aparecer en las puertas de cristal del Corte Inglés. Llevaba en sus manos un paraguas para resguardarse de la lluvia, el abrigo celeste y los tacones más preciosos que le había visto jamás. Había abierto el paraguas para no mojarse y, a cada paso que daba, se encontraba más cerca del desconocido transeúnte. Estaba a su lado. Joaquín notaba como las gotas de lluvia caían por un lado de su cuerpo mientras que por el otro, notaba el calor femenino y olía el perfume de la mujer. Las medias que ejercían de separación entre los tacones y la falda de empresaria que llevaba, estaban cada vez más lisas. No se las estaba subiendo ni colocando; todo lo contrario, la mujer se deslizaba apoyada en la pared rumbo al suelo con la mirada perdida y un gesto de preocupación en la cara. Se encontraba tumbada, con las piernas estiradas y paraguas en mano cuando dijo:
-¿Quién se encargará de unir todas las cosas malas para que nos demos cuenta, nos enteremos o, incluso las hagamos en un mismo día? ¿Usted lo sabe?
-No.- la cara de Joaquín era un poema. Deseaba escribir una obra sobre el acontecimiento que estaba viviendo en ese mismo momento. Anonadado siguió escuchando.
-Diez asquerosos años de mi vida dedicándolos al trabajo, no pudiendo atender bien las tareas de mi casa ni complacer a mi marido para que, en una hora, me entere que mi jefe está preparando mi despido y mi marido, ese hombre que supuestamente debería comprenderme y estar ahí para las malas y comentar nuestras vidas, se dedica a comentarla con otras. Pero claro, más que comentar. Comer, salir juntos, dar paseos y quién sabe qué más cosas mientras yo estaba encerrada durante doce horas en ese maldito despacho. ¿Por qué?- y soltó un grito desesperado en busca de algo que le devolviese el sueño que había estado viviendo hasta unas horas antes.- He sido una estúpida…- suspiró.
-Dudo que usted haya sido una estúpida.
-¿Quién se ha creído usted para hablar conmigo?
-Usted lo hace conmigo, ¿por qué debería dejar de hacerlo? Desde el momento que se sentó a mi lado la llevo escuchando con atención, ¿no cree que eso me dé algún derecho?
-Vaya… Puede ser que tenga usted algo de razón.
-Como le iba diciendo creo que usted no ha sido cumplidora en el pago del alquiler.
-¿Cómo? Perdóneme pero, no le entiendo.- se disculpó la mujer como si le estuviesen hablando en un idioma desconocido.
-Sí. Simplemente nadie es propietario de la felicidad. Si corres con suerte de ser inquilino tienes que ser cumplidor en el pago del alquiler. Porque si no te arrebatan lo que es tuyo.- Joaquín no paraba de mirar al suelo mientras pronunciaba eso que había leído alguna vez y ahora lo recordaba mejor que nunca.- Tú dirás o pensarás que no soy el más adecuado para decírtelo. Pero, créeme, la experiencia es mi mejor aliada y mi única compañera en este momento.

Lucía no podía dejar de mirar al hombre que evitaba el encuentro de sus miradas. Aún no se creía el poder de aquellas palabras que el hombre había mencionado.

-¿Qué le pasó a usted?
-La que se ha sentado a mi lado en busca de un oído ha sido usted no yo.
-Quiero saberlo.
-Eso ya no importa. Llevo años sin ver a mi familia con millones de secretos que simplemente sabemos yo y mi invisible compañero.
-¿Acaso tiene un amigo invisible como los niños pequeños?- consiguió que la mujer soltara una carcajada.
-No. A no ser que se llame así al amigo que dio su vida por mí.
-Mi marido me pone los cuernos, presento mi carta de dimisión al enterarme que andan preparando mi despido, le cuento mi vida a un mendigo y la ropa que recién estreno me la he mojado toda. Un día de lo más completo.- ahora la mujer no podía parar de reír.
-Gracias por lo que a mí respecta.- se atrevió a sonreír el pobre hombre.
-¿Me invitarías a compartir esta noche en tu casa?- dijo la mujer con intención de hacerse la graciosa aunque de corazón.- No sé si tengo ganas de ver a mi marido y mucho menos de dirigirle la palabra…
-Nada como llegar a casa y notar el calor de su interior. Aquí no lo hay.
-Me iré y, tal vez, decida mudarme como usted. Vivir de nuevas experiencias.
-Señorita, es demasiado orgullosa y presumida para hacerlo. No lo digo de malas. Simplemente salta a la vista.
-Es verdad. Lo único que echaré de menos será a los hijos que nunca tuve. ¿Usted tiene familia?
-No.- mintió el reservado de Joaquín. Él no había sido el mejor hombre y padre del mundo pero ese vacío que existía entre él y su familia no lo había podido superar.- Creo que va siendo hora de que vaya preparando mi caseta…
-¿Duerme entre cartones?
-Dentro del cartón tengo un colchón de agua pero, lo dejo en la intimidad.- contestó con ironía el indigente.
-Siento haberle molestado con mis tonterías. Aunque mírelo por el lado bueno, bajo el paraguas casi ni nos hemos mojado.- rió.
-¿Volverás?
Adolfo16 de junio de 2009

Más de Adolfo

Chat