De robarle el sueño a la luna, de pasarme noches buscando la calma entre la almohada.
De delatar mis deseos a través de pestañeos, de romper miradas contra espejos.
De insistirle a Cupido, de agotarle, hasta que cambió las alas por cuernos.
De tropezar en la misma parte del camino, por no prestar atención, por no quitarme la venda de los ojos.
De ausentarme a las reuniones con mi conciencia, mientras castigaba al hígado.
Por serle infiel a la certeza y coquetear con la duda.
Por no abrazarme a la verdad y prometerle a la mentira.
Por pensar que cualquier brillo es oro, cuando incluso la hojalata centellea.
Por no leer la letra pequeña de tus besos y ponerle fecha a tus caricias.
Por regalarte los oídos, y no morderte la oreja.
Por disimular cuando las emociones pasaban por delante.
Por sacar los dientes en la noche y las tiritas en la mañana.
Por oír ruido y escuchar violines.
Por comerme tu manzana y creerme tu Adán.
De brindar con champán y después beber agua.
Por hablar de un siempre sin haberlo visto nunca.
De escribirte textos con tinta y mancharme el corazón.
Por no dejar al gusano, mutar mariposa
