Otoño gris, corazón congelado, mudo, no conoce latido porque tú se lo robaste, te fuiste sumiendo en la oscuridad sus fuerzas, dejando estéril su capacidad de soñar
quizá fue el propio tiempo lo que le dejo huérfano de esperanza, sólo ante el peligro, sin miradas que le reconfortaran. El calor se alejó dejando tras de sí, un frío gélido que congeló los sentidos y las ilusiones de un soñador. Repentino, efímero, fugaz como el paso del mismo tiempo, el cual maltrató mis sonrisas hasta hacerlas llanto, y forzó al cariño hasta volverlo rencor. La fragilidad de mis ilusiones fue golpeada por la crueldad de tus palabras, y los cristales en los que se fragmentó torturaron el paso de mi tiempo, que parecía incapacitado para cerrar las heridas de una guerra que no halló ganador y me nombró perdedor
y cuando se esfumaba mi vida, apareció esa luz, deslumbrando desde el horizonte
los latidos emergieron desde el alma, no se trataba de cantos de nuevas sirenas, sino del propio corazón que gritaba por salir, por volverse a oír, por sentirse dueño de sí mismo
ese día se encontró y desde entonces decidió no volverse a perder y a amarrar mejor sus latidos
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