Yo no sé si fijar mi mirada al suelo húmedo por la lluvia amena o a los carros; aquellos cubiertos, generosamente, por gotitas que se desprenden de las hojas, de unos árboles frente al parque, de una casa triste y abandonada. Sostengo la mirada hacia el cielo que en este momento es gris. Está en movimiento. Son las nubes siendo arrastradas por las corrientes de aire. Van y vienen y se funden con las otras. Parecen manchas en el cielo que, a medida que el sol se apaga, le damos la bienvenida a una noche azul y fresca. Aunque es poca, la luz de la ciudad me despierta, y el leve chispiteo nos pone alerta ante este océano de nubes, ya ahora resaltadas por el contraste que genera la tarde noche.
Agramont