Algún día recordarás al chico que lloro todo el camino a casa, en una tarde de octubre, cuando los rayos de luz del sol se veían dorados, y el aire era fresco. Tan fresco que una brisa movía las hojas y ramas delgadas de los árboles, mientras que los niños se balanceaban en los juegos desgastados y oxidados de un parque al que nunca llegaste.