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Los Cuervos Mienten

Los cuervos mienten.


Era casi invierno y la soledad cada día parecía más real, el miedo era cada vez más paralizante y los ríos se desbordaban tratando de ocultar a los suicidas que yacían en sus aguas. Fueron esos tiempos los que me llevaron a aquél lugar, ahí donde le conocí. Donde mi vida que había acabado hacía tan poco, iniciaba de nuevo sólo para terminar unos meses después con un estruendo aún más ensordecedor.

Se hablaba de las sombras que le cubrían no sólo en su plumaje oscuro como el mismo preludio del amanecer, sino en el pensamiento; eso era lo que atrapaba de él: la oscuridad que vivía en su mente y en su corazón. Si es que lo tenía.

Y yo, salvaje y perdida en mí misma y a la vez alejada de mí, caí en su juego. Sus brillantes ojos de carroñero me hipnotizaron, no habría podido huir aunque lo hubiera querido. Pero se sabe que nunca quise hacerlo. La oscuridad es parecida a los abismos: impresiona, te atrae a la vez que asusta, si la ves de frente siempre dan ganas de caer a lo más profundo y si eres lo suficientemente inconsciente y libre, das un paso adelante.

Así fue él: un cuervo lleno de tinieblas, un abismo en el cual caer porque se presiente que al final de éste el dolor desaparecerá. Pero no siempre.

Mi cuervo fue una mezcla perfecta del cielo y del infierno, me hizo un tanto feliz para después picotearme el alma y alimentar su penumbra con mi agonía. Siempre estuvo sediento de complacencias al precio que fueran, recolectaba almas para zurcir su trono.

Sin embargo no era malvado. Siempre supe que en sus actos no había malicia, aunque pudiera parecer lo opuesto. La vida nos vuelve a veces seres sombríos, egoístas y siniestros, nos hace quizá alimentarnos del dolor que causamos así como otros algún día se alimentaron de nuestro dolor. La vida es quien cría a los cuervos.

Al final el ave de la muerte voló lejos y yo morí un poco más. Viví desangrándome cada día por las heridas que dejó y que jamás cerraron. Las profundas y dolorosas heridas, las que quedaron para narrar las batallas.

Aprendí de él, supe que nunca debes acercarte demasiado a un carroñero y mucho menos mirarle a los ojos. También que todos los cuervos mienten.

Todavía a ratos lo echo de menos.
Ambarhelena05 de mayo de 2013

1 Comentarios

  • Ennimaje

    Personal, íntimo, el pensamiento ante la acción, el mundo y la introyección, escalofriante, breve e interesante.

    05/05/13 07:05

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