Al caer la tarde
me calzo guantes
de terciopelo
y con ellos te acaricio
quizá para calmar
mi anhelo.
Unos guantes que me
sirvan para tocar tu corazón
y hacerme con él un
recuerdo que llevar colgado
al cuello, como un antiguo
camafeo, tal vez un guardapelo.
Así nunca olvidarás
la suavidad de mis dedos
ni cuanto amor había
en cada uno de mis besos.
Recuérdame en el
crepúsculo como una
misteriosa mujer tocada
con sombrero, con
las manos enguantadas
y los ojos velados
de amor y deseo
Ah, las pequeñas trampas también están permitidas. ¿O no? Llámalo licencia poética. Si, poco a poco supongo que le estoy permitiendo regresar; pero eso, poco a poco. Un beso.