He subido de nuevo
al castillo,
otra vez he rodeado
la montaña, para
ver si tú habías llegado
y me habías traído
de nuevo la calma.
Pero desde el mar la sirena
me llama, y de ti
solo me llegan, vanas,
algunas palabras.
No, no me ofrezcas
de nuevo tu espada
que no quiero
otra vez albergar
esperanzas.
Prefiero que ahora
te vayas sin verme.
y que luego si vuelves
lo hagas sin sentir
pena alguna,
con la frente alta
y el corazón cabalgando
a la luz de la luna.
Y si no vuelves
a recoger tu espada,
con ella me enterrarán
al caer la tarde,
en la ladera, donde
me moje la bruma.
