TusTextos

Despedidas

Ella le abrió la puerta antes siquiera de que el llamase. La verja de entrada estaba abierta y había oído el ruido de su coche. Se miraron en silencio, sin decir nada. Tampoco es que hubiese mucho qué decir. Simplemente estaba allí para recoger lo último que se había dejado y que necesitaba; sus libros La mujer ya los había puesto pulcramente en una caja y la había depositado encima de la mesita de la entrada, donde habitualmente dejaban las llaves al llegar a casa.
Los dos parecían haber envejecido en apenas dos semanas. Los ojos de ella acusaban que había llorado y él tenía la cara pálida y desencajada.
-¿Quieres un café?-le ofreció ella.
-Sólo si lo tienes hecho.
-Da igual. Lo preparo.
Se giró de espaldas a él para sacar la cafetera, poner el agua y las dos cucharadas de café y encender el fuego. Prefería no verle; le hacía demasiado daño.
-¿No me vas a pedir explicaciones?-le preguntó él, con voz tensa.
-No-le dijo sin volverse. Me has dicho que te quieres ir y supongo que no hay nada en el mundo que te haga cambiar de opinión.
-No, nada-le respondió, fríamente, aunque se notaba que estaba haciendo esfuerzos por dominarse.
Entonces ella se volvió hacia él y le miró de frente. Sus ojos castaños y rasgados, un tanto caídos, eran los mismos de siempre; pero había un matiz nuevo, o quizá faltaba la luz que siempre le había animado. Oyó que el café subía y sacó dos tazas, dos platos, dos cucharillas, incluso unas pastas, y lo sirvió todo con pulso firme, como había hecho tantas y tantas veces.
Tomaron el café en silencio, sin mirarse apenas.
-Nunca quise hacerte daño-le dijo él, tocando levemente su muñeca, que ella apartó con rapidez.
-No te preocupes por mi. Yo estaré bien. Ya me han hecho daño antes muchas veces y me he levantado. ¿Recuerdas? Soy como el Ave Fénix, renazco de mis cenizas. Y volveré a hacerlo una vez más.
Asintió en silencio, dejó su taza y su plato en el fregadero y tomando la caja de libros en la entrada, hizo girar el pomo de la puerta y volviendo la cabeza le dijo, sin mirarla apenas, que se cuidase. Ella no le contestó. Se dio la vuelta y en la cocina, con gestos mecánicos, recogió lo que había en la mesa y lo lavó en el fregadero. Dejó los cacharros escurriendo y pasó una bayeta por la mesa con tanto esmero como si estuviese planchando unas sábanas para su noche de bodas.
No le había contado nada de la noticia que le había dado el médico hacía pocos días. ¿Para qué? No le haría cambiar de opinión, y en todo caso, ella no quería nada de él ya; ni siquiera su compasión. Lo afrontaría sola, como siempre había hecho.
Beth16 de abril de 2015

4 Comentarios

  • Mateo

    La vida nos hace fuertes...y cuando el amor hacia uno mismo esta con nosotros....todo se supera.....antes necesitaba la aprobación y compañía de todos... Ahora con mi silencio y humildad....conmigo solo.....puedo con todo....siempre tus letras remueven mis recuerdos.... Buen texto Beth...hasta se olía ese café....un abrazo y gracias......

    17/04/15 12:04

  • Beth

    Ojala mi protagonista se contagie de tu fuerza Mateo. Abrazos

    17/04/15 09:04

  • Polaris

    La fuerza esta en ti, somos diferentes, esta dentro.


    Te quiero.

    Pol.

    19/04/15 04:04

  • Beth

    Tendré que buscarla.Un beso querido Pol

    19/04/15 11:04

Más de Beth

Chat