La Casa de la Colina 11
21 de octubre de 2010
por beth
Tampoco pensé que la decisión que había tomado fuese tan dura ni que fuese a pasarlo tan mal. Lucas había sido el único hombre de mi vida y era muy importante para mí. Pasé varios días enferma, sin poder levantarme de la cama.
Una tarde llamaron a la puerta, y cuando abrí me encontré con Jaime Heredia, al que conocía desde que era pequeña porque habíamos sido vecinos toda la vida. Era unos años mayor que yo, y trabajaba en esta ciudad donde yo estudiaba, por lo cual nos veíamos de vez en cuando. En ocasiones había pensado que sentía interés por mí, pero luego recapacitaba y me decía que era tan sólo el cariño que nos teníamos de conocernos desde siempre. Al verle pensé que debía tener un aspecto horroroso; llevaba días en la cama, sin salir de ella mas que para ir al baño o tomar un vaso de leche. Me atusé el pelo, pero ese gesto supongo que no bastó para mejorar mi apariencia.
-¿Qué te pasa? ¿Estás enferma? Te he llamado mil veces por teléfono. Supongo que olvidaste que habíamos quedado hace dos días para que me ayudases a comprar el regalo de mi madre.
-Perdona, Jaime. Lo olvidé por completo. Llevo en la cama tres o cuatro días. No he estado bien.
-No hace falta que lo jures. ¿Puedo pasar?
Me aparté, haciéndole un ademán para que entrase. Eché un vistazo a mí alrededor y me quedé horrorizada por el desorden y el caos. Y menos mal que la puerta de mi cuarto estaba cerrada; porque la cama estaba revuelta, y el suelo y la mesita de noche repleta de pañuelos de papel arrugados.
Miró hacia todos lados, con las manos en los bolsillos, y me preguntó que cuanto tiempo hacía que no comía algo decente.
-No lo se, la verdad es que no me acuerdo. Pero no puedo comer gran cosa; he vomitado un par de veces.
-Por lo menos tendrás algo en la nevera para preparar-aventuró.
Pero cuando la abrió, de inmediato volvió a cerrarla. Lo único que había era agua, dos cervezas, un triste huevo, desamparado y solo en la huevera, y un pedazo de queso enmohecido.
-Vamos a hacer una cosa-me propuso. Date una buena ducha y vístete. Mientras tanto yo recogeré esto un poco. Luego te llevaré a comer algo. Y haremos algo de compra; no puedes sobrevivir con la nevera vacía.
Aunque lo intenté, me fue imposible no romper a llorar. Estaba tan necesitada de cariño, de una palabra amable o de que alguien tomase durante un momento las riendas de mi vida, que cuando abrió los brazos para acogerme, me refugié en ellos y lloré hasta que los ojos se me hincharon por completo.
-Venga, ya-me dijo palmeándome la espalda. Ya está. Haz lo que te dicho y luego, mientras comemos, me cuentas cual es el problema. No creo que sea tan solo que te encuentras mal.
Beth:
Bueno al parecer en el principio Jaime era bueno, qué habría pasado en su vida después para que cambiara.
Un gusto leerte.
Sergio.