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La Casa de la Colina 45

-Por lo menos ya sabemos quien era el padre del bebé-le dije a Lucas, cuando enfilaba la salida hacia la carretera general, desde la desviación que llevaba hasta el convento.
El se encogió de hombros, escéptico como siempre.
-Puede. Pero ¿eso de qué nos vale? Sigo pensando que la historia de Alvar no nos ayudará a detener a Jaime.
Chasqué la lengua, aburrida de que siempre se mostrara tan derrotista en ese aspecto. Yo estaba convencida de que si nos ayudaría, pero no quise llevarle la contraria, porque uno de sus defectos era que se consideraba poco menos que infalible respecto a su trabajo.
-Me da la sensación de que tú sospechabas que podía ser Rodrigo-me dijo en tono acusatorio. ¿Por qué?
-Por los poemas del libro de Adelina. Hablaba en todos ellos de alguien de ojos verdes, luminosos. Y mencionaba a un hombre de carácter dulce, que desde luego era imposible que fuese Alvar.
-Mi pequeña investigadora-se burló.
-No me gusta que se rían de mi, Lucas-le advertí. Y tú menos que nadie
-¿Quieres que cenemos en algún sitio?-me propuso, supongo que para que mi enfado no aumentase.
Denegué con la cabeza. Estaba cansada; y además sospechaba que el tiempo empeoraría, y no quería volver a casa de madrugada con una carretera en malas condiciones.
-Cocinaremos algo rápido y nos iremos temprano a la cama.
Y eso fue exactamente lo que hicimos. Pero no pensé que también tuviese que despertarme tan temprano al día siguiente. Lucas, con el abrigo puesto por encima del pijama, y con gorro y bufanda, me zarandeó para que despertase.
-Ha nevado. Ven, vamos a ver la nieve.
-Lucas-protesté, enfurruñada.
Pero, sin hacer caso de mis protestas, me envolvió en una de las mantas de la cama, y me llevó en brazos hasta el porche. Allí se sentó en una de las mecedoras, manteniéndome en su regazo. Me acurruqué contra su pecho en busca de calor.
-¿Qué te dije?-me preguntó, señalando hacia los campos vecinos, el bosque y la orilla del río. Fíjate, parece una postal navideña.
Tenía razón. Todo estaba completamente blanco; casi dolían los ojos de mirar. Olía a invierno, a humo de las chimeneas; olía a Navidad, a pesar de que faltaban todavía un par de días.
-¿Qué haremos en Navidad?
-¿Te importa que venga mi hermana, con Ricardo y el niño?
-Claro que no. ¿Por qué iba a importarme?
-La última vez parece que no os despedisteis muy amigablemente-me recordó.
Tenía razón. Aquel domingo que estuve en casa de Esther me sentí molesta con ella, porque entendí que se estaba adentrando en un territorio que no le pertenecía. Pero luego, pensándolo mejor, llegué a la conclusión de que no era nada personal en mi contra, que tan solo estaba protegiendo a su hermano. Se lo expliqué a Lucas, y él pareció quedarse más tranquilo. Ahora era yo quien no tenía prisa por entrar en casa; dentro de la manta estaba calentita y cómoda, pero Lucas se estaba quedando helado. Nos metimos dentro, y preparé chocolate caliente. La cálida escena familiar, tomando un chocolate en la cocina en vísperas de Navidad, era engañosa, y yo era consciente de ello. Nuestra situación, la de los, era precaria hasta saber qué era realmente lo que Jaime se proponía. Aunque yo no tenía muchas dudas al respecto. Y había más cosas que me preocupaban. Mi corazón había estado cerrado al amor durante mucho tiempo; y aunque la situación actual me hacía muy feliz, también me daba miedo. ¿Cuánto duraría? ¿Podría confiar en Lucas? Le miré sin disimulo, y él me sostuvo la mirada. Había cambiado, no sólo en lo físico, sino también en la forma de enfrentar la vida. Quizá yo tampoco fuera la misma. Y me preguntaba si eso era bueno.
-Lucas-le llamé.
-Si.
-No me dejes de nuevo. Y si tienes que hacerlo, hazlo ya. No me hagas daño.
Se levantó y tomándome en brazos, me sentó en el murete que separaba la zona de comedor de la cocina. Se acomodó entre mis piernas, me cogió de las manos y me miró fijamente.
-Me ofendes diciendo eso. Yo no te dejé, creo que ya hablamos sobre eso y estábamos de acuerdo que todo fue fruto de un error y del orgullo de los dos. Pero nunca dejé de quererte. ¿Cómo puedo convencerte?
-No quiero que me convenzas. Quiero simplemente dejar de dudar.
-Pero yo no puedo hacer nada, Marta. De ti debe partir la confianza. Solo puedo decirte que no eres la única que ha sufrido durante nuestra separación. ¿Por qué crees que no me he casado?
-No lo se.
-Porque seguía amándote a ti, porque cada mujer que conocía, cada chica con la que simplemente salía a cenar, terminaba por pasar un examen de comparación contigo. Y no era justo para nadie. Por eso desistí de formar una familia y me refugié en el trabajo, y en las pocas personas que me quedaban.
Acaricié su cara, tocando cicatrices que antes no estaban; una pequeña encima de la ceja derecha; otra en la nariz…Le quería tanto que me dolía por dentro, pero me daba miedo decírselo; como si al hacerlo se rompiese alguna especie de conjuro mágico y todo se rompiese. Fue él quien pronunció las palabras.
-Te amo, Marta. Como antes, como aquella primera vez que nos vimos, cuando tú apenas tenías quince años, y te seguiré amando cuando tengas ochenta o cien.
-Eso, si Jaime no se interpone.
-No te hará daño. No mientras yo viva.
Beth30 de enero de 2011

8 Comentarios

  • Norah

    Beth, esas maravillosas escenas me han encantado en esta mañana de domingo, pese a no olvidar el peligro que acecha, beso grande.

    30/01/11 02:01

  • Norah

    Beth, esas maravillosas escenas me han encantado en esta mañana de domingo, pese a no olvidar el peligro que acecha, beso grande.

    30/01/11 02:01

  • Beth

    No hay nada como la nieve y el frío, si tienes un buen fuego a tu lado y alguien para que caliente tu corazón, claro. Gracias, Norah, por leer mis fantasías. Besos

    30/01/11 03:01

  • Norah

    Querida Beth, tenes razon, tambien en mi cuidad, 50 grados de sensación térmica, fluyen las fantasías.Beso.

    30/01/11 07:01

  • Norah

    Querida Beth, tenes razon, tambien en mi cuidad, 50 grados de sensación térmica, fluyen las fantasías.Beso.

    30/01/11 07:01

  • Beth

    Nunca hay que desterrar la Fantasía de la vida cotidiana. Nos ayuda a seguir adelante

    31/01/11 01:01

  • Serge

    Beth:
    Amita he quedado conmovido, yo sabia que el amor no se puede olvidar, el amor verdadero lógicamente.
    Que alegría verlos y sentir su amor en el aire.

    Ronroneos rorororroorororororororo.

    Sergei.

    09/02/11 06:02

  • Beth

    ¿Ves? Hasta puede ser que Lucas deje de sentir celos de ti

    09/02/11 07:02

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