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La Real Orden de Las Perdularias 44

Se lo pedí hasta de rodillas, pero para mi disgusto a la mañana siguiente me desperté, y fresca como una lechuga. Había llegado a un punto en mi vida en que me encontraba sin fuerzas, sin ganas de continuar adelante. No estaba pasando una etapa buena pero tampoco era de las peores con las que había tenido que lidiar en mi vida. Pero había una diferencia; cuando los problemas eran muy grandes el afán de salir adelante no me permitía detenerme a pensar. Ahora que mi hijo estaba curado y otras cosas se habían ido solucionando por sí mismas, me permitía sentirme agotada, hastiada hasta un punto en que levantarme por las mañanas era una tarea ímproba. No tenía ganas de vivir; más bien no tenía nada por lo que mereciese la pena luchar. ¿Cómo podía ayudar a Luisa Fernanda si yo misma era una pobre alma que vagaba perdida y sin rumbo?
Hacía dos días que me negaba a hablar con Alexander. Supongo que algún día tendría que hacerlo, pero ahora no era capaz. Me había hecho mucho daño, creo que sin darse cuenta; pero eso no hacía que el dolor fuese menor. Por error me había envidado un correo electrónico que iba dirigido a su ex mujer, a la madre de sus hijos. Y lo que leí no me gustó. Advertí todavía una cierta complicidad en la manera en que se dirigía a ella, un grado de intimidad que seguían compartiendo. Si quería ser racional me veía obligada a enfocar las cosas de la manera correcta y pensar que habían compartido una vida y tenían dos hijos pequeños en común, con lo cual era normal que tuviesen que hablar con frecuencia y tratar de muchas cosas. Pero la guinda que coronó el pastel fue que cuando aquella noche hablamos por teléfono me llamase por el nombre de ella. Le colgué sin decir nada y no contesté a las muchas llamadas que me hizo ni a ninguno de sus correos. Yo también estaba separada del padre de mis hijos, también habíamos estados mucho tiempo casados, mucho más que ellos, y para mi era un capítulo cerrado de mi vida. Alexander podía en un momento decir que le había hecho mucho daño para ponerla al poco rato en los altares, como si fuese Santa Teresa de Jesús. Y eso me hacía daño, además de que me costaba tanto llegar a él. Me dejaban desolada esas llamadas plagadas de silencios o que rellenaba contándome como estaba el tiempo en su ciudad. ¿Pensaría que estaba en mis planes hacerme meteoróloga? Odiaba a muerte su estúpida cortesía germana. Le faltaba dar un taconazo y saludarme militarmente. Había en él un punto frío y reservado que le colocaba en un pedestal inaccesible. Era como un cangrejo; un paso hacia delante y dos pasos atrás. Y yo estaba tan cansada…no sabía ya como luchar para llegar hasta él, ni siquiera sabía si el esfuerzo merecía la pena.
Pero como siempre, dejé de compadecerme de mi misma y empecé a pensar que había personas queridas que me necesitaban. Los fines de semana no eran mis mejores momentos, así que pensé que sería bueno aprovecharlos. El sábado después de comer empaqueté con mucho cuidado un bizcocho de manzana recién horneado y fui a ver a Luisa Fernanda. En contra de todo lo que mi madre me había inculcado y de las más elementales normas de cortesía, no avisé de mi visita. Si era verdad que bebía a escondidas quería pillarla con las manos en la masa. Tuve que tocar varias veces al timbre y a la cuarta vez la puerta se abrió. Me sorprendió el aspecto de esta mujer que se presentaba ante mí. Siempre había pensado que Luisa Fernanda era la quintaesencia de la elegancia y la corrección. Y ahora mismo tenía ante los ojos a una mujer derrotada, con los pelos desgreñados, mal vestida y con los ojos legañosos. Parecía una puta barata de las que se aposentan en las esquinas apestosas de los barrios de mala nota. Apestaba a alcohol, a soledad y a desidia. Me miró con ojos vidriosos y se tambaleó sobre sus pies vacilantes, calzados con unas zapatillas raídas. Ella, que ni en casa dejaba sus tacones. Eso me hizo valorar lo mal que debía estar. La empujé hacia la cocina y le preparé un café bien cargado, sin azúcar, que se tomó a regañadientes. Como era de esperar, todavía no se lo había acabado cuando sin poder llegar al baño empezó a vomitar ya en el pasillo. Me felicité a mi misma por tener los suficientes reflejos de apartar la alfombra a tiempo. Sostuve su cabeza y la dejé que soltase hasta la primera papilla. Lo limpié todo sin quejarme y tampoco ella profirió lamento alguno cuando la restregué sin piedad en la bañera, de donde salió con la piel colorada como un cangrejo y el alma hecha pedazos. La ayudé a que se pusiese uno de sus monjiles camisones. La verdad, podía hasta entender que el crápula de su marido se hubiese beneficiado al pendón desorejado de su prima. Aquel camisón que le llegaba por abajo a los pies y por arriba a la barbilla mataba la libido de cualquier ser humano normal.
-¿Estás mejor?-le pregunté después de ayudarle a que se metiese en la cama.
-No-gimió ella, haciendo pucheros como una niña pequeña. Todo me da vueltas y me duele el estómago.
-Pues me alegro. Te está bien empleado, por borracha y gilipollas. Cuando quieras beber, idiota, nos llamas a dos o tres de tus amigas y pillamos juntas una trompa. Cuando una empieza a beber sola se puede acabar con el hígado hecho puré a costa del vino de cartón. Hasta para emborracharse hay que tener clase, pánfila. ¿Tú crees que esta es la mejor solución a tus problemas?
Tuvo la decencia de encogerse de hombros y no contestar, lo cual me dio la oportunidad de seguir insultándola. Sara Patricia no aprobaría esta terapia, pero afortunadamente yo no había estudiado Psicología; así que seguí fustigándola sin piedad.
-¿Te has mirado al espejo? Cuando llegué parecías una puta barata, de las que se venden en las esquinas por cinco euros. Y así acabarás para pagarte el vino de cuarta categoría como no abras los ojos y te des cuenta de que te estás convirtiendo en una ruina. Ahora mismo vas a dormir la mona hasta mañana y cuando te despiertes no volverás a hacer estas locuras si no quieres que te pegue tal somanta de palos que no te conocerá ni la madre que te parió.
Cerré las contraventanas y desde la puerta la amenacé con descerrajarle un tiro si se movía de la cama cuando vi que intentaba incorporarse. Se acostó de nuevo y yo pasé la noche tumbada en el sofá del salón, tapada con una manta y levantándome cada cierto tiempo para comprobar que roncaba como un oso hibernando. Me preocupé de tirar por el fregadero toda su provisión etílica: dos botellas de brandy, una de ron y cinco de vino, del barato. No se andaba con chiquitas.
A la mañana siguiente nos encontramos a las nueve en la cocina y tuvo la suficiente vergüenza para agachar la cabeza.
Beth12 de septiembre de 2012

9 Comentarios

  • Neogrekosay2012

    Estos capítulos por entregas van configurando un universo. Qué hermoso es respetar este cuerpo que has creado, darle sentido, buscar el destino de los personajes y sobre todo...permitir que te aporte libertad y creatividad. Es un verdadero placer compartir ese sentimiento común ante lo que creemos necesario, con o sin lectores...El destino de muchas obras ha sido el silencio, pero jamás...la derrota personal del autor. Un amigo.

    12/09/12 08:09

  • Asun

    Lo que me parece mentira es que ya sea el capítulo 44, y seguimos, sufriendo con ellas.
    Besos.

    12/09/12 08:09

  • Beth

    Gracias por la lectura. A veces no es fácil continuar con la trama, pero hacerlo es un reto y lo disfruto. Un afectuoso saludo

    12/09/12 09:09

  • Beth

    Pues si, Asun, seguimos sufriendo. Besos

    12/09/12 10:09

  • Creatividad

    Beth, esta vez realmente me has tocado el alma con este capitulo. Por primera vez no me he reido, pero con un gran placer..ya que la ternura con la que has descrito ese proposito basico de Guiomar que es el de verdaderamente ayudar y como realmente se preocupa y le importa su amiga..y aunque suelte los disparates que suelta, eso todavia demuestra mas que realamente quiere y le importa su amiga. Muy bonito este capitulo Beth, muy tierno. Besitos

    13/09/12 04:09

  • Kafkizoid1

    aww... A mi me gusta el vino en cartón... Me sentí culpable jeje.

    Un abrazo :)

    13/09/12 06:09

  • Beth

    Querida Creatividad, Guiomar es...un poco como quien la ha creado; a veces para hacer reaccionar a quien le importa, suelta barbaridades e improperios, pero eso significa que está muy preocupada y le da mucho miedo la situación. Besos

    13/09/12 09:09

  • Beth

    Kafk, aqui no hay culpabilidades. He dicho vino de cartón porque suele ser de menor calidad y alguna vez que lo he probado me ha sentado muy mal, pero...en gustos no hay nada escrito. Absolutamente nada. Otro abrazo para ti

    13/09/12 09:09

  • Beth

    Gracias Sete. Guiomar es...ella misma. Y a veces se pasa un poco en sus "arranques" de genio.En su defensa hay que decir que lo hace con buena voluntad.

    Un abrazo enorme para ti y mil gracias por tu presencia

    13/09/12 12:09

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