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Mientras Llega MaÑana 43

A la luz de lo que sucedió en la cena, me hacía gracia pensar en las palabras que Daniel había pronunciado sobre Carlos. Nos quedamos un rato en nuestro cuarto, simplemente abrazados y disfrutando de un momento de soledad. Era agradable tener la casa llena de gente, pero también estábamos necesitados de algo de intimidad.
Una hora más tarde los seis nos reunimos en torno a una mesa primorosamente dispuesta por Úrsula. Había preparado una buena cena, señal de que cuando yo trasteaba en la cocina, aunque parecía no fijarse en nada, en realidad si lo hacía. Se esponjó ante las alabanzas que todo el mundo hizo de la comida y ella empezó a contar lo mal que se comía en América, y cómo no sabían hacer nada decente aparte de barbacoas y precocinados. Les miré a todos detenidamente y pensé que cada cual a su manera estaba intentado que las cosas fuesen por el buen camino. Se habían aceptado mutuamente los unos a los otros, e incluso algunos, como Elia y Diego, yo diría que lo habían hecho con sumo gusto. Desconocía cuanto habían intimado en estos días, pero era imposible no darse cuenta de que se intercambiaban miradas cómplices. Daniel todavía estaba algo pálido, pero sin duda se encontraba mejor, aunque siguiese tosiendo.
Cuando Úrsula sirvió el postre le pedí que sacase también el licor de guindas de mi madre. Formaba parte del lote que había hecho el año antes de morirse, y apenas quedaban dos o tres botellas. Era tan bueno que no me permitía ponerlo en la mesa más que en las ocasiones especiales; pero esta lo era; tenía a mi familia reunida, y dentro de dos días cada uno tomaría un rumbo distinto. ¿Cuándo mejor que ahora? Mi hija nos sirvió a todos, y cuando iba a proponer un brindis, Carlos se me adelantó.
-Quiero que brindemos por los héroes y las buenas personas, porque todavía quedan algunos, y justo hoy tenemos uno entre nosotros.
Yo no tenía ni la más remota idea de que podía estar hablando, pero me sorprendió ver que Daniel le lanzaba una mirada de soslayo. Carlos se levantó, y nos pidió que brindásemos.
-Por Daniel-dijo.
Todos nos quedamos sorprendidos, pero brindamos, y Úrsula, que era una de las más sorprendidas, no se quedó callada.
-Abuelo, ya le he dicho al Barbas que le estoy muy agradecida, y se que ha tenido más paciencia que un santo conmigo estos últimos días, pero…¿un héroe?
Pero Carlos la detuvo, y a pesar de que me di cuenta como Daniel le rogaba con la mirada que no siguiese, él continuó hablando.
-Cuando Daniel tuvo que guardar cama por un ligero enfriamiento todos nos preocupamos y bombardeamos a Diego y a Elena con preguntas, porque había algo que ellos sabían y nosotros no con respecto a su salud. No se trataba de curiosidad, sino de preocupación por alguien a quien apreciamos. Pero ninguno de los dos se apartó de una explicación que, desde luego, es verdadera; le habían tenido que extirpar el bazo a consecuencia de un accidente y por tanto sus defensas siempre estaban algo bajas. Pero a Elena la conozco desde hace muchos años, y cuando le pregunté qué tipo de accidente había sido, me respondió con evasivas.
-Si, Mamá es especialista en eso-interrumpió mi hija. Todos la hicimos callar.
-Entonces-continuó Carlos-recordé que cuando nos presentaron, su nombre me sonó de algo, pero en aquel momento no supe encajarlo. Esta mañana lo recordé: Daniel Mendoza era el nombre de un corresponsal de guerra cuyas estupendas crónicas llevo años leyendo. Y de repente, hace poco más de un año, ya no hubo más crónicas. Internet es un gran invento y los viejos tenemos tiempo de sobra y paciencia.
Daniel suspiró; sabía que se sentía incómodo, pero siguió sentado sin decir nada. Y mi suegro continuó hablando.
-Se que a él no le gusta que lo cuente, pero nos merecemos saber quien y como es este hombre con el que hemos compartido mesa estos últimos días. Me enteré de que en un ataque que sufrieron nuestros soldados, él estaba al lado y resultó herido; por eso perdió el bazo, y creo que por eso lleva barba, si no me equivoco.
-¿Por qué perdió el bazo? ¿Eso que tiene que ver con la barba?-volvió a interrumpir Úrsula.
Elia, que era una curiosa empedernida, la amenazó con taparle la boca si continuaba hablando y urgió a su padre para que siguiese.
-Le hirieron en la cara, y como me imagino que quedarían señales, nada más oportuno que taparlas con una barba. ¿Me equivoco, muchacho?
-No, no te equivocas-le respondió Daniel, resignado. Pero ha servido, además de para esconder unas cicatrices, bastante feas por cierto, para algo más; ha causado una enorme diversión a tu nieta y gracias a ella tengo un nuevo nombre; creo que ya pasaré a la Historia como el Barbas.
Nos reímos, Úrsula la que más. Pero Carlos siguió hablando.
-No se si pasarás a la Historia, pero quizá deberías, porque creo que ninguno de vosotros sabe que gracias a él, dos soldados salvaron la vida. Tuvo el coraje de sacarlos de allí incluso cuando ya le habían herido, aunque nadie se lo reconozca, e incluso, según he podido averiguar, le hayan echado del periódico por no avenirse a contar la versión oficial de las cosas que a ellos les interesaba. Por eso hablaba de héroes.
Nos quedamos callados; creo que estábamos demasiado sorprendidos para decir nada; y yo era la que más. Sabía la historia que él me había contado, pero obvió lo más importante. No le dije nada, creo que con mi mirada se dio cuenta. Como siempre, mi cuñada se encargó de romper la magia del momento.
-¿Ves nena? No das una, y tú que te pasaste estos días llamándole asqueroso barbudo y mil infamias más. Ahora no creo que el Barbas te firme un autógrafo ni aunque se lo pidas de rodillas.
Todos, Daniel el primero, celebraron mucho la gracia, y yo le dije que ahora me explicaba de donde había sacado mi hija su cáustico humor.


Apenas cerramos la puerta de nuestro cuarto empecé a reprocharle su falta de confianza, pues me había contado las cosas a medias. Pero él se justificó diciendo que había contado lo que le parecía importante; es decir, porque se había cansado de ciertos aspectos de su profesión y el lastre que soportaba por aquellas cosas que le había tocado vivir.
-¿Y no te parece importante haberle salvado la vida a dos hombres?
-Bueno, tanto como salvarles la vida…les ayudé a ponerse a cubierto, más bien. Ellos hubieran hecho lo mismo por mi; en esos momentos no te paras a pensar, actúas por instinto.
-El instinto de muchos hubiera sido huir.
-Qué pesada puedes ser a veces, Nefertiti. Todavía estoy débil, para que lo sepas, y estás haciendo que me entre dolor de cabeza. Ven a la cama de una vez y mímame un poco, que te recuerdo que estoy enfermo por culpa de la cabra loca de tu hija.
-Yo seré pesada, pero tú sabes hacerte la víctima cuando te conviene, ¿no?
-Puede ser-aceptó. Pero ven ya y déjate de cuentos.
Al día siguiente, después de comer, se marcharon Carlos y Elia. Les despedimos todos en la puerta, y yo le recomendé mil veces a mi cuñada que condujese con cuidado, pero sabía que era tiempo perdido. Correría como una loca y sólo me quedaba rogarle a Dios que llegasen a casa bien. A Carlos le abracé y le dije que les esperábamos en verano, como todos los años. Nada había cambiado, y en todo caso, si lo había hecho, era a mejor. Diego y Elia se dieron un beso formal en la mejilla, pero estaba segura que la verdadera despedida había tenido lugar antes, y a solas, como tenía que ser. Era pronto para aventurar nada, pero les quería mucho a los dos, y me llenaría de dicha saber que podían ser felices juntos. También Diego se marchaba, pues al día siguiente tenía consulta y quería estar en la clínica desde muy temprano. Antes de irse le hizo recomendaciones a Daniel, para que siguiese tomando los antibióticos, y a mi me citó para dentro de tres días, para hablar con el cirujano plástico acerca de la reconstrucción. Úrsula le despidió con la promesa de mantenerse en contacto por medio del teléfono y del mail hasta el verano. Yo sabía que mi hermano estaba muy contento de haber establecido una buena relación con ella; al fin y al cabo, era la última de su familia y de la mía; la que nos sobreviviría y daría fe de nuestro paso por el mundo.
Entramos en casa los tres, y me dio la sensación de que el silencio se me echaba encima. Añoraba ya las bromas de Elia, su espíritu provocador y al mismo tiempo su generosidad; y también la serenidad que Carlos nos transmitía a todos. A Diego, por suerte, le veía con mucha más frecuencia. Y lo peor estaba por llegar, porque al día siguiente se marchaba mi hija, a quien ya no vería hasta el verano. Se me hacía especialmente duro ahora que había habido un acercamiento entre las dos, que nos separásemos de nuevo.
-¿A qué hora tienes que estar mañana en el aeropuerto?-le preguntó Daniel.
-A las ocho de la mañana. ¿Me vas a llevar tú?
-Si, y tu madre, claro.
-Eso seguro que es para asegurarte de que embarco y no estaré más tiempo dándote la lata.
-También. Aunque creo que cuando me quede solo con tu madre, echaré de menos tus malos modos y los berrinches. Ella es muy tranquila y apenas se mete conmigo.
Mientras ayudaba a mi hija a preparar la maleta le pregunté si había llamado a su padre para despedirse de él. Y por la cara que puso, supe que no lo había hecho.
-Llámale. No dejes que el enfado os separe. Es tu padre.
-Y yo su hija, y me ha mentido.
-Ay, nena. Ya te he explicado que no lo hace con mala intención. Él es así y a la gente hay que aceptarla como es. Quiere quedar bien con todo el mundo, y al final lo único que logra es crear malestar, pero no lo hace por maldad, sino por incapacidad para afrentar la realidad tal y como viene.
-Bueno, pues ya lo haré.
A la mañana siguiente estábamos en el aeropuerto con la suficiente antelación para facturar las maletas con tranquilidad. Siempre me prometo no llorar en estas circunstancias, pero acabo haciéndolo. Le hice a Úrsula mil recomendaciones y le pedí que me llamase nada más llegar. Ella me escuchaba pacientemente, y cuando nos abrazamos antes de que entrase hacia las puertas de embarque, las dos llorábamos. Se acercó a darle un abrazo a Daniel.
-Barbas, cuida bien de Mamá; no la dejes que se pase llorando todo el viaje de vuelta, que ya se como es. ¿Puedo visitaros en verano?
-¿A mi me lo preguntas? Es tu madre quien debe contestarte.
-Te lo pregunto a ti-insistió mirándole fijamente.
-Pues entonces te contesto que si, por favor, que pases todo el tiempo que quieras con nosotros. Es tu casa.
-¿Y si vengo con alguien?
-¿Con alguien masculino?-quise saber.
-Si.
Daniel se me adelantó.
-Si es importante para ti, supongo que es justo que al menos tu madre le conozca.
-Quiero que le conozcáis los dos, Mamá y tú.
-Le conoceremos cuando quieras traerle.
Nos dimos el último abrazo y la vorágine del aeropuerto engulló a mi niña. Aunque intenté no hacerlo, ¿Cómo evitar no llorar? Apenas estábamos en abril, me quedaban tres meses sin verla, aunque ahora al menos se habían aclarado muchas cosas entre nosotros. Y se llevaba las páginas que había escrito sobre las mujeres de nuestra familia, que esperaba que le ayudasen a entenderme mejor, y quizá a conocerse también un poco más a si misma.
Beth31 de mayo de 2011

8 Comentarios

  • Norah

    Querida, me hiciste la gran ofrenda de enviarme toda tu novela y es en verdad estupenda, me preocupa tu nuevo avatar...besos lunares.

    01/06/11 03:06

  • Norah

    Querida, me hiciste la gran ofrenda de enviarme toda tu novela y es en verdad estupenda, me preocupa tu nuevo avatar...besos lunares.

    01/06/11 03:06

  • Norah

    Querida, me hiciste la gran ofrenda de enviarme toda tu novela y es en verdad estupenda, me preocupa tu nuevo avatar...besos lunares.

    01/06/11 03:06

  • Beth

    Querida Norah, hice lo que me parecía correcto y me gustaba que tú a tuvieses.

    Mi nuevo avatar supongo que está acorde con mi estado de ánimo y de vida actual, una especie de transición que espero sea fructífera y hacia mejor. El angelito se quedó en el cajón y tal vez en su momento resurja; pero ahora mejor que descanse y se quede con su inocencia. Al menos que él la conserve.

    Un beso

    01/06/11 10:06

  • Vocesdelibertad

    Preciosa Beth, eres tan valiosa en esta comunidad como debes de serlo en el lugar en donde vives. Cuidas cada detalle con los personajes y me llenas de ternura con cada una de tus páginas.

    Un abrazo inmenso,

    01/06/11 04:06

  • Beth

    Gracias, Voces, muchas gracias, no creo ser demasiado valiosa; en todo caso tengo la suerte de estar rodeada de algunas buenas personas. Y la ternura, si, procuro que esté siempre presente en mi vida, porque es gratis, como el decir "gracias" y "por favor" y nos ayuda a sobrellevar la vida diaria. Un beso

    01/06/11 08:06

  • Endlesslove

    ¿como evitar llorar al despedir a un hijo? pero a pesar de las despedidas que hemos leído, el ambiente es tranquilo por que todo está resuelto.
    sigo...

    14/09/11 07:09

  • Beth

    Mira que yo estoy acostumbrada a las despedidas, pero sigo llorando

    14/09/11 09:09

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