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Mojito´s Club 2 (reeditado)

Perdonen que haya cometido una tremenda falta de educación al no haberme presentado. Me llamo Penélope, y el nombre me viene a la medida, porque siempre estoy esperando algo o a alguien. Y también me gusta tejer. Hecha esta salvedad les diré que mi preocupación por encontrar algo que nos salvase de trabajar como mulas para malvivir me llevó a hacer ciertas averiguaciones e incluso consultar a un par de amigas mías que se dedican a la profesión más antigua del mundo. Es decir…son putas. Ustedes perdonen, pero es que me gusta llamar a las cosas por su nombre. Además…a mí las putas me merecen un enorme respeto. Venden lo que tienen y no engañan a nadie. Otra cosa son las mujeres que entran en la categoría de zorras; esas me asquean. Pero en ese tema ya entraremos en otro momento.
El caso es que después de dos semanas de averiguaciones y meditaciones varias quedé con las chicas en el pub donde siempre solíamos vernos. Los camareros ya nos conocían sobradamente y no se rasgaban las vestiduras por las risas, ni por los llantos, que a veces también había; ni siquiera cuando nos enzarzábamos en alguna pelea. Fueron llegando poco a poco y al verlas a todas allí me pregunté cómo mujeres tan variopintas podíamos ser amigas. Debe ser verdad eso de que beber juntas une mucho.
-Espero que tengas un buen motivo para habernos hecho venir con este tiempecito-me reprochó Alicia. Era la única de mi edad. Todas las demás eran más jóvenes. Se quitó su abrigo rojo y sacudió su melena negra, reluciente de gotas de lluvia. Me miró con algo parecido a la inquina, pero yo ni me inmuté. Cuando quiero puedo ser muy evasiva y hasta distante.
Todas empezaron a hablar como cacatúas perdidas en medio de la selva. Todas menos Paula, que se asemeja a una cariátide; tan alta, esbelta, majestuosa, y sobre todo callada. Las calmé con un gesto y les pedí atención.
-He pensado mucho en nuestra situación. Tele Mamá no está dando los beneficios que esperábamos y aquí está visto que todas necesitamos cash; así que tengo dos negocios en mente.
-Ave María Purísima-dijo Alba, colocando tras las orejas su media melena negra y lustrosa. Que Dios nos coja confesadas.
La miré con desaprobación pero ella hizo caso omiso.
-El caso es que vamos a dividir nuestras fuerzas para lograr el objetivo que perseguimos, que es sacar algo de pasta. ¿Qué es lo que mueve el mundo?
-El amor-contestó sin pensarlo Marta. Era quizá la más dulce de todas; aunque tras su fachada angelical yo sabía que se escondía cierto grado de pragmatismo.
-No, querida, siento decepcionarte. Yo hace veinte años pensaba lo mismo. Pero ahora sé que aparte del dinero lo que mueve el mundo es el sexo.
Silencio sepulcral.
Beth17 de diciembre de 2015

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