Te recuerdo una y mil veces
en la noche estrellada,
y en mi alma llueven
de repente, lágrimas amargas.
De nuevo oigo tu voz
que me cuenta historias
lejanas, de tu infancia,
cuando estamos casi a oscuras,
bajo las mantas y
con las manos entrelazadas.
Y otra vez en esa noche estrellada
mis lágrimas se derraman
cuando escucho la música
de violín que entonces sonaba.
Esa que empapaba despacio
nuestra alma y que
ahogaba mis gemidos, esa
que se llevaba mi nostalgia
y la dejaba adornando
tu cama y mi almohada.
A partes iguales. Triste y bonito
Un placer a leer
Antonio