Nostalgia de Nuevo
21 de junio de 2015
por beth
Hace un rato he hablado con alguien de niños pequeños y cómo yo extraño tener uno en mi vida. Mis hijos ya son mayores y no tengo sobrinos ni, de momento, nietos. Añoro unos bracitos que se entreguen confiados, una voz preguntando a todas horas, el olor a niño pequeño recién salido del baño.
Creo que una de mis épocas más felices fue cuando crie a mis hijos. Cierto es que tenía tanto trabajo con ellos, la casa, los estudios y el trabajo que a veces me pregunto cómo fui capaz. Pero lo echo de menos.
El domingo pasado mi hijo me llevó a ver la última película de dinosaurios. Él de pequeño era un fanático y ahora, con treinta y dos años, todavía le gustan. En un momento acercó su cabeza a la mía y me dijo, bajito: Mamá, ¿te acuerdas de aquel libro de dinosaurios que me regalaste? Todavía lo tengo; el otro día lo estuve mirando y está lleno de manchas de nocilla y de chorizo, porque merendaba mirándolo. Me moriría antes de decírselo, pero se me saltaron las lágrimas. Por suerte, en los cines se ve poco.
Ayer estuvo aquí mi hija y desayunamos juntas. Al marcharse, aunque vive muy cerca y nos vemos con frecuencia, la abracé con fuerza. Lo necesitaba. Y ella me riñó, diciendo que a ver si yo, que soy tan bruja, me iba a poner ñoña. Pero de repente no la vi como la mujer de veintisiete años que es, sino como la pequeña rubia y de ojos azules que iba siempre de mi mano a todos los sitios. Hubo una época en que mis amigas me hacían bromas diciendo que mis hijos y yo parecíamos la Santísima Trinidad, siempre los tres. Yo estaba muy lejos de mi madre en aquel momento y me los llevaba a todos los sitios. Incluso algunas veces a las clases nocturnas de Derecho. Se sentaban al fondo, con lápices para pintar y al acabar mis profesores les felicitaban por ser tan buenos.
Allí se portaban bien. En casa
también, pero más de una vez llamé a Herodes. Tuvo el buen sentido de no venir.
Debo de estar haciéndome vieja, porque aparte de añorar a mis hijos añoro a una niña que me adoraba, me llamaba Amabel y se me acurrucaba en el regazo para que le contase cuentos y la durmiese. Hoy esa niña está a cuatro mil kilómetros y ya tiene diez años. Pero la sigo extrañando.
2 Recomendaciones
que maravillosa persona eres, beth.
yo, no puedo añorar a los chiquitos, ya que tengo 13 nietos, el mayor 18 años y el menor 10 meses. y siempre andan cerca. algunos días cuido a los más chiquitos, ellos son los que me oxigenan la vida. son personitas maravillosas.
un abrazo