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Un Domingo

Desde que era pequeña tuve conciencia de que era una niña rara. Ahora que voy por el medio siglo…todavía soy más rara. No me gustan los domingos. Y por eso cada uno de ellos intento que pase rápido y que no me deje demasiadas cicatrices.
Hoy ha sido un domingo lluvioso y gris, de otoño casi, aunque sin frío. Así que a media tarde me subí al coche y puse rumbo a un lugar que siempre me carga las pilas, pero mucho más cuando el día es gris, como el de hoy. Es un largo camino, y había niebla, con lo cual en cierto momento me arrepentí de estar en medio de la nada y sin atisbar casi por donde seguir. Pero como soy una loca, cuando empiezo algo, lo acabo. Y llegué a mi destino. Primero me tomé un café en una terraza llena de guiris; de ingleses que vienen a buscar más de lo mismo, cosa que no entiendo, porque esta costa donde el Atlántico ya empieza a darse tímidos besos con el Cantábrico…parece ser que es muy similar al sur de la pérfida Albión. Pero allí estaban ellos: los surferos de pelos tiesos de sal marina y pocos baños de agua dulce, y las parejas maduras, blancos como la leche, con ojos claros y deslavazados y tan parecidos que no sé si eran matrimonio, pareja de hecho o gemelos.
Cuando terminé mi café enfilé el camino hacia la playa y caminé durante casi una hora. Llovía, y terminé empapada, pero cuando volví al coche sentí el alma un poco más limpia que al principio. Sólo me encontré con un anciano que arrastraba a un perro casi tan viejo como él. Me miró con ojos tristes, y yo intenté sonreírle, pero supongo que la sonrisa se me quedó en un mero proyecto. Por un momento pensé que los dos éramos iguales, con la salvedad de que él tenía un perro a quien cuidar.
Me fijé en una casa que estaba algo apartada de todas las demás. Estaba pintada de un absurdo color lila que la hacía parecer un lupanar más que una casa de vacaciones, y más desportillada que la cara de una vieja actriz en gira por provincias…pero me gustó.
Para el domingo próximo me queda pendiente otro viaje, esta vez algo más lejos, y más hacia el Cantábrico, a un lugar en donde los caballos salvajes llegan casi hasta el mar y a donde, según dice la leyenda, va de muerto quien no fue de vivo. Yo he estado ya unas cuantas veces, pero me gusta volver.
Beth07 de septiembre de 2014

8 Comentarios

  • Exclaustris

    Tampoco me gustan los domingos son presagio de celebraciones que me sobrepasan, aunque tu viaje entre la niebla y la soledad si me apetecería.

    Por tanto siguen sin gustarme los domingos, aunque este tuyo si.

    Un beso

    Pep

    08/09/14 11:09

  • Beth

    A mi este domingo me ha traído algo de paz y mucho de resignación, que también es cosa buena
    Un beso Pep

    08/09/14 01:09

  • Polaris

    Hoy es domingo y este día de nuevo me t rajo a alguien, a ti.

    Escribes de maravilla, pero eso ya lo sabes, tal vez lo que no sepas es que no estas sola, yo estoy contigo, algún día te enseñare a mirar, es posible que este preparada para ver espíritus.

    Te quiero mucho, me has emocionado, te quiero, te quiero tanto...

    Pol.

    14/09/14 05:09

  • Beth

    Gracias. Han pasado muchas cosas en mi vida en un mes. Pero sobrevivo. Y sobre todo, tengo a mi padre que vela por mi desde Arriba. Cuidate. Sabes que yo también te quiero

    14/09/14 10:09

  • Sandor

    Beth, cada viaje es un regresoa esa educación sentimental que forjó lo que eres, y que a las personas sensibles como tú, le producen ver la belleza y la tristeza.
    Un beso.
    Cuidate.
    Carlos

    16/09/14 09:09

  • Beth

    Me alegra saber de ti, Carlos. Te mando un beso

    16/09/14 12:09

  • Indigo

    Beth, tu experiencia relatada de ese domingo está impecable, independientemente de como transcurrió.
    Excelente pluma.
    Saludos!

    21/09/14 04:09

  • Beth

    Muchas gracias Indigo. Fue un domingo un poco especial, en todos los sentidos. Saludos cordiales

    22/09/14 10:09

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