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La CuestiÓn

«La cuestión, no es encontrar la solución; sino saber a dónde ésta nos conduce». (Stephanos Leví, Economista israelí).


Después de las continuas presiones del Banco Mundial, el gobierno de Archiveland había decidido que era del todo necesario implantar ciertos cambios en el país; muy especialmente: implementar la economía con medidas «liberalizadoras» que promoviesen tanto el ahorro como la inversión, dejando de lado toda protección social. Nada novedoso existía en ello, puesto que otros países ya lo habían hecho mucho antes para salir de sus periódicas crisis. Las medidas a tomar, como más adelante se verá, tenían que ser drásticas y sin vuelta atrás.
El Ministro de Asuntos Sociales, rodeado de los secretarios y subsecretarios de los distintos departamentos de su ministerio, mantenía una reunión de trabajo aquella mañana en su despacho. Los puntos de la agenda eran varios y, entre todos, destacaba uno por su pretencioso enunciado: «Inmediata eliminación de la pobreza y el paro».
Todos miraban al Ministro con cara de extrañeza, con las cejas arqueadas, como esperando recibir una aclaración sobre el método a seguir para alcanzar tan utópica, grande y esperada meta.
Él, intuyendo el interés de los asistentes, se recostó en el sillón y con voz ampulosa dijo:
––Señores: la aparente imposibilidad de llevar a cabo este punto que llama su atención, no existe. Se trata de que los mismos pobres y parados se «eliminen» entre ellos, sin que la Comunidad Internacional pueda acusarnos de «genocidio». El gobierno simplemente observará el desarrollo de los acontecimientos, interviniendo solamente en las específicas cuestiones de orden público.
Los asistentes, seguían con las cejas arqueadas. Por temor al Ministro ––conocían su mal genio––, no se atrevían a mostrar su desacuerdo de manera clara. En su fuero interno, pensaban en las futuras consecuencias que semejante medida podría traer.
El Ministro, mirando por la ventana y sin ver los temerosos rostros de sus colaboradores, volvió a tomar la palabra:
––Nuestra estrategia para eliminar a los pobres que, dicho sea de paso, cuestan demasiado a nuestro Tesoro Público, es muy simple: a partir de ahora dejarán de concederse subsidios a desempleados y familias numerosas y no habrá más cobertura sanitaria para el que no trabaje. Las organizaciones benéficas que se dedican a la atención de los menesterosos, deberán pagar impuestos o dejar de estar presentes en nuestro país. Las donaciones a estas organizaciones, serán penalizadas con un 30% de impuesto especial.
Los asistentes, después de la última explicación del Ministro, fueron analizando la drástica medida y, muchos de ellos, adivinaron un negro futuro para el país, como consecuencia de esperadas y cruentas revueltas sociales. También eran de esperar las protestas de los sindicatos y demás organizaciones de carácter social, sin olvidar las quejas internacionales o la posibilidad de una guerra civil.
Después de aquella escueta explicación, el Ministro se levantó y salió de la sala ignorando las tímidas advertencias y argumentos de sus asesores.
––¡Pongamos en marcha las medidas excepcionales! ––dijo dando un fuerte portazo…
Pronto las principales cadenas de emisoras de radio y televisión independientes del país, se hicieron eco de tan impopulares medidas. La televisión estatal, por el contrario, las justificaba como indispensables para poder llevar a cabo un «reajuste económico, urgente y necesario».
Los disturbios ante las oficinas de empleo, se repetían cada día y, en poco tiempo, casi todos los edificios que las albergaban desaparecieron pasto de las llamas. Los hospitales estaban colapsados, y los servicios de seguridad de los mismos fueron eliminados; las organizaciones benéficas se vieron obligadas a cerrar sus oficinas… Pronto las calles fueron tomadas por un populacho enfurecido.
El ejército y la policía resultaban insuficientes para proteger los edificios oficiales. Las explosiones y disparos de arma corta se escuchaban por doquier. Riadas humanas, como movidas por un incontrolable vendaval, iban de una a otra parte de la ciudad, sembrando el miedo y caos más absolutos...
La televisión estatal, protegida por las Fuerzas Armadas, se limitaba a emitir boletines patrióticos, música clásica y consignas, prometiendo al pueblo un pronto arreglo de la situación. Era necesaria, según el Ministro de Trabajo y Asuntos Sociales, una «catarsis» que permitiese el resurgir del país para hacerlo independiente de las Instituciones de Crédito Internacionales, de una vez por todas… ¡La deuda externa ahogaba al país!
En la primera semana, y según cifras oficiales, murieron a manos de las Fuerzas Armadas más de un cuarto de millón de personas. La cifra, si bien importante, no era suficiente para alcanzar las metas previstas por el Gobierno. Se calculaba que en el país existía más de un millón de desempleados y pobres...
La ONU, alertada por las continuas protestas y por las denuncias de diversas organizaciones de Derechos Humanos, prometió enviar observadores… ¡Nunca llegaron!
Más adelante, el Organismo Internacional justificó la ausencia de observadores, con la excusa de que se trataba de una «cuestión» interna de Archiveland. «¡Nada de injerencias en el nuevo proceso político de un país miembro!», dijo el Secretario General con evidente cinismo.
Los días fueron pasando y debido a la tensa situación, el índice de productividad bajó a niveles insospechados. Era imposible acudir al trabajo. Los transportes ya no existían más que en la fantasmagórica presencia por doquier de esqueletos humeantes de autobuses, vagones de metro, aviones o trenes. La mayoría del país, enorme en su extensión, estaba incomunicado y sin posibilidad de suministros de primera necesidad.
Los niños, sin poder acudir a las escuelas, jugaban a la guerra en las calles y plazas, en pandillas que simulaban ser: policías, soldados u obreros en paro.
A pesar de todo, el gobierno de la nación atrincherado en la Casa Dorada, seguía dando órdenes de resistir a las Fuerzas de Orden Público. Para estimular y mantener esta resistencia, los sueldos de estos funcionarios fueron elevados casi un 30% por medio de una apresurada Orden Ministerial.
Al cabo de tres semanas, casi todos los establecimientos habían cerrado por falta de existencias. Casi todos habían sido saqueados y quemados por los sublevados. El caos inicial se había multiplicado por diez y, poco a poco, tanto las Fuerzas del Orden como los que habían salido a la calle para protestar, estaban exhaustos por la lucha, la tensión, el hambre y el frío. Las calles de las grandes ciudades del país, aparecían llenas de barricadas hechas con contenedores de basura y neumáticos ardiendo...
Tras unos meses de creciente caos, el Gobierno, en permanente contacto con el Banco Mundial, pudo hacer pública la esperada noticia: «¡El problema generado por los pobres y desempleados en Archiveland ha llegado a su fin!», anunció un orgulloso ministro de Asuntos Sociales.
Las cifras que se barajaban, por uno y otro bando, oscilaban entre un millón y millón y medio de muertos o desaparecidos, entre desempleados y pobres de solemnidad. En cuanto a las bajas de las Fuerzas de Orden Público, se calcularon en más de un cuarto de millón. ¡En Archiveland ya no había más desempleados ni pobres! ¡La meta que el gobierno se había propuesto, secretamente auspiciada por el Banco Mundial, se había alcanzado con creces! ¡El país, después de aquella guerra civil, se había liberado de una insoportable y costosa carga económica!
Como las infraestructuras del país habían quedado totalmente destrozadas, y la mayoría de las empresas habían cerrado o quebrado, el Gobierno acudió al Banco Mundial para renegociar la deuda y solicitar un nuevo préstamo.
El dossier con el número de muertos, pasó a un gran archivo del Ministerio del Interior, donde ya dormían similares expedientes pertenecientes a distintas épocas y gobiernos que habían tomado las mismas medidas de «saneamiento» para la siempre crítica economía nacional.
El Banco Mundial, a la vista del índice de paro 0% presentado por el gobierno, accedió a conceder una nueva moratoria para la deuda y un nuevo préstamo para reconstruir el país. Los intereses de ambas deudas, la vieja y la actual, deberían pagarse puntualmente.
Archiveland, lentamente, comenzó a recuperarse de la guerra intestina y, como casi siempre sucede, todos los males pasados fueron achacados a la corrupción y nefasta gestión del anterior gobierno...
Pronto, la productividad ––debido a una mayor automatización de los procesos de fabricación––, creció de tal manera que comenzaron los despidos, las regulaciones de empleo y, de nuevo: ¡las colas del paro! Las gentes se agolpaban a las puertas de las oficinas del paro, organizaciones benéficas y comedores para indigentes.
Se celebraron elecciones generales, la oposición daba a conocer en su programa promesas de bienestar y metas sociales nunca conocidas. El pueblo, crédulo e ignorando experiencias anteriores, votó al partido de la oposición que llegó al Gobierno por mayoría absoluta. La derecha, quemada en el período legislativo anterior, se sentaba ahora en los bancos de la oposición «constructiva», según solemnes declaraciones de su líder…
El nuevo gobierno, después de unos meses de rodaje, y ante su incapacidad para hacer frente a la enorme deuda exterior ––los gastos de Seguridad Social y Desempleo estaban copando de nuevo todo lo generado por la exportación de gas y petróleo––, tuvo que recurrir de nuevo al Banco Mundial, en demanda de un nuevo préstamo.
En las calles de la capital, las barricadas, incendios y saqueos volvieron a ser el pan nuestro de cada día. Más de medio millón de muertos, de una y otra parte, fueron necesarios esta vez para «estabilizar» la maltrecha economía. El nuevo gobierno, pasado un tiempo de caos, pudo comunicar al Banco Mundial sus logros y la desaparición de las bolsas de paro y pobreza en el país. ¡Una vez más, los métodos propugnados por los economistas liberales, habían dado sus frutos!
El general Rómulo Álvarez, deportado en provincias por un decreto del anterior Gobierno, se levantó en armas ––esta vez con éxito–– y el Parlamento quedo disuelto por el enésimo golpe de Estado en la historia de aquel país, desde su independencia de España.
En su primera aparición ante las cámaras de la televisión estatal, vestido con un uniforme cubierto por gran cantidad de medallas y rodeado por su gabinete de crisis, el militar declaró con encendido verbo castrense que el único objetivo del golpe era: «Salvaguardar la unidad patria. En breve, y cuando la situación lo permitiese, se convocarían elecciones democráticas…».
En estos momentos, según informan algunas agencias de prensa extranjeras, parece ser que el gobierno militar intenta implantar severas medidas «económicas», esta vez por la fuerza de las armas, para poder afrontar la deuda de los intereses generados por los distintos préstamos concedidos y prorrogados por el Banco Mundial. ¡El país, una vez más, está en bancarrota! El general, auto proclamado presidente «vitalicio», achaca todas estas desgracias a los gobiernos neoliberales, comunistas y corruptos habidos en el país…
Archiveland, rodeada de países que también están sumergidos en una continua y grave crisis económica, parece estar condenada a un continuo vaivén que va desde gobiernos «democráticos» corruptos, pasando por otros ineptos y de transición, hasta largas dictaduras militares como la actual. El actual presidente, militar y católico practicante, dice querer «salvar» la Patria de los fantasmas de la «anarquía» y el comunismo, implantando un «nuevo orden». Mientras, el Banco Mundial sigue contabilizando la deuda de Archiveland y vigilando que los crecientes intereses se paguen puntualmente… El petróleo y las materias primas del país son comprados, a precios irrisorios, por las grandes potencias; las mismas que venden armas a la dictadura del general Rómulo Álvarez…
La ONU, una vez más, ha dicho que lo sucedido en aquel país ––situado en un Continente descubierto por un navegante de incierto origen––, es un asunto de política interna. «¡Nada de injerencias!» «¡Los Derechos Humanos ––enfatiza el Secretario General de la ONU––, están siendo «escrupulosamente» respetados!»


© 2009-Fernando J. M. Domínguez González


Canteiro10 de enero de 2010

1 Comentarios

  • Serge

    Canteiro:
    Me encanto tu relato, déjame decirte que la política aquí, allá y aculla es una basura, el congreso es el lugar donde los seres humanos se corrompen más.
    Un gusto leerte.

    Saludos.

    Sergio.

    08/02/10 06:02

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