Si la vida fuera justa
pensaba antes, al comienzo de esta mala historia. Si pudiera volver a vivir
piensa ahora, cuando las fuerzas se le agotan a cada segundo que pasa a su lado. Cuando ya ni siente ganas de llorar, cuando el impulso de sus manazas, esas garras, azotan su cuerpo frágil, débil, ya sin la energía suficiente para poder levantarse.
Y se cansó. Se cansó de los insultos, los golpes y esos jodidos lo siento que ya no le decían nada. Sólo burdas palabras repiqueteantes contra sus oídos, tan magullados, tan dolidos cuando lo escuchaban. Y por eso, por todo lo sufrido junto a él, plantó cara, hizo las maletas y se dispuso a alejarse de todo lo malo. Y él, por la ley de si no eres mía, no serás de nadie, no la dejó marchar, pretendiendo encerrarla en un jaula de cristal rebosante de maltrato y mierda para regalar.
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Le dedicaron un pequeño artículo en el periódico local y una crónica de dos minutos en la televisión nacional, llenando, durante un minúsculo instante, miles de hogares que comentaron la noticia con dos o tres simples palabras.
Otra muerte más.