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Aclaración Vii

La poción había resultado no ser de efecto permanente. Si los anillos y el fragmento en el pedestal habían perdido su luz, era fácil pensar y llegar a la concluir que las estrellas que se habían devuelto al cielo se apagarían también. Balas sudó frío. No estaba segura de las consecuencias que le provocaría esto, pero estaba segura de que no serían buenas. Ella quiso creer que había sido un simple imprevisto, y que no pasaría a más; pero no podía afirmarlo, le faltaba certeza.

- ¿Qué se supone que significa esto, Balas? —preguntó Benett con preocupación mientras ponía un ojo a la entrada de la recámara, por si alguien aparecía en el corredor. Balas no respondía— ¿Qué es lo que pasa?
- No es nada... —respondió Balas con notable nerviosismo en su tono— Probablemente las incrustaciones de nuestros anillos y el fragmento allí en el pedestal se hayan apagado porque... ¡Precisamente por eso! Porque son fragmentos. Las estrellas que están completas, seguramente no se apaguen.
- ¿Pero, tú estás segura de eso?
- ...
- ¿Estás segura?

Definitivamente no estaba segura. De lo que sí podría estar segura, era que si las estrellas en el cielo perdían su luz, ella perdería la oportunidad de seguir viviendo con Benett. Perdería la oportunidad de que talvez, Benett le amara algún día. Era una oportunidad que no podía perder por nada del mundo; era algo... algo a lo que no estaba dispuesta a renunciar.

- Estoy segura. No tienes que preocuparte por ello.
- ¿De verdad? —Benett quería llorar en ese momento. Balas lo notó, se desplazó hacia ella y le acogió con sus brazos.
- De verdad, mi princesa, nada pasará —le dijo. Luego le besó en la frente.

Las inquietudes de Benett se calmaron en gran medida. Se sentía protegida cuando estaba entre los brazos de su esposa. Pero desgraciadamente Benett ignoraba algo, y ese algo era que Balas, así como era una profesional en la brujería, también era una profesional en el arte de mentir y engañar. La seguridad que Benett sentía era real. Sin embargo, estaba basada en fundamentos totalmente falsos. Estaba basada en los sentimientos de una bruja enamorada, posiblemente obsesionada y, que con sinceridad no sabía amar. Con lo poco que había sobrado de de la poción, Balas volvió a encender las rocas apagadas. También, le hizo prometer a Benett que no le diría a nadie sobre ese supuesto imprevisto, alegando que era tan poco importante, que no valía la pena alarmarse por ello.

Pasaron unos cuantos días. La vida en el pueblo no parecía haber cambiado. En el castillo también se vivía con normalidad. Benett casi olvidaba por completo el incidente de aquella noche. Pero Balas aún no lo había olvidado; y aunque no lo demostraba, le preocupaba mucho. Había analizado fríamente la situación, y no podía permitir, bajo ninguna circunstancia, que alguien se enterara de lo que había sucedido.

Una tarde, ambas princesas decidieron salir a dar un paseo, con el fin de talvez así, olvidar lo que había pasado. En una populosa zona de la comarca, en la que todos habían salido de sus casas para saludarlas, Benett y Balas se dirigían por una angosta calle. "¡Dios salve a las princesas!", "¡Salve Benett, salve Balas!"; expresiones como esas, entre aplausos y gritos de euforia podían escucharse por todo lo largo de la calle.
Sin previo aviso, una mujer se interpuso en el camino del matrimonio Real, y les dijo:

- ¡Princesas! Es un verdadero honor estar ante vuestra presencia. Estoy muy feliz por vuestro matrimonio. Pero... no he tenido la oportunidad de apreciar con claridad vuestros anillos de boda. ¿Podría ser yo digna de que vosotras me permitierais observarlos de cerca?

Balas reaccionó con desconfianza y extrañeza. Pero Benett, no tuvo inconveniente alguno.

- Claro —dijo ella, al tiempo que extendía su mano hacia adelante, la cual, aquella mujer tomó con ambas manos.
- ¡Oh, es precioso! —exclamó la mujer al quedar maravillada con la luz del anillo. Justo en ese preciso instante, y nuevamente como si el destino, los dioses, el universo, el karma, los astros o lo que sea que rige las leyes del planeta le desearan lo peor a Benett, la brillante luz de la incrustación disminuyó súbitamente, hasta apagarse por completo...

- ¿Eh? —Benett retiró su mano con brusquedad; su impresión fue demasiado grande— ¡Qué!
- ¡Santo cielo! ¡Qué he hecho! —gritó la mujer despavorida, mas no era su culpa. Cuando Balas se dio cuenta, tomó la mano de Benett y la ocultó entre las suyas. Descubrió entonces que su anillo también se había apagado; y la mayoría de los que estaban ahí también lo notaron.

Sin decir nada, Balas comenzó a avanzar entre la multitud a largos y raudos pasos. "¿Qué ha sucedido?", "¿Por qué se han apagado?", "¿Qué está pasando?"; las ovaciones de hace unos momentos se habían convertido en dudas inquietantes. Al lograr salir de la sofocante y concurrida calle, Balas echó a correr sin soltar la mano de Benett, la cual llevaba casi arrastrándola por el camino. Ambas abordaron el carruaje que las había llevado hasta ahí, entonces Balas dio la orden de regresar al castillo con la mayor premura.

- ¿Qué es esto? —preguntó Benett mientras el carro avanzaba— ¿Por qué ha pasado otra vez?
- ...
- ¡Responde, Balas!
- Guarda silencio...
- ¿Qué? ¿Esa es tu respuesta? ¿Qué pasa contigo?
- ¡Guarda silencio! —Balas se exaspera— Resolveré todo esto, no te preocupes...

Benett no dijo más. Nadie, ni siquiera sus padres le habían hablado así antes, y nunca había visto a Balas así. Se sintió terriblemente mal, pero no quiso expresarlo, se contuvo, pues temía la reacción que su esposa pudiera tener; aguardó en silencio hasta llegar al castillo. Balas descendió del carruaje y corrió sin detenerse; Benett corrió tras Balas sin siquiera saber hacia donde se dirigía. Llegaron a una habitación en la que Benett nunca había estado antes, la cual le pareció un laboratorio. Buscó el sillón más cercano y se dejó caer sobre él; aún en silencio, no se atrevía a decir algo. Balas cerró la puerta con llave y luego se dirigió a una mesa. En ella había frascos que contenían todo tipo de cosas, desde las más coloridas hasta las más oscuras; desde las inertes hasta algunas que parecían tener vida propia. Balas revolvía entre los frascos; parecía no hallar lo que buscaba. Finalmente tomó todos los frascos que sus brazos han podido cargar, y los colocó sobre otra mesa que estaba vacía. Sin tomar asiento, Balas comenzó a mezclar el contenido de los frascos, mientras afuera caía la noche.
Después de un largo rato escuchando el tintineo de los recipientes de cristal, Benett no se contiene más...

- Balas, dime lo que está sucediendo. —dijo con tono firme, teniendo la intención de tomar el control de los hechos, pretendiendo ser más fuerte de lo que en verdad era. Balas alzó una mano en el aire, y sin girarse hacia Benett, le indicó que se acercara a ella; así lo hizo. Cuando Balas tuvo a Benett a su alcance, con un sagaz movimiento, le tomó fuertemente de la mandíbula y le acercó a la ventana más próxima para que viera a través de ella.
- ¿Ves eso? —dijo Balas, señalando el cielo nocturno.
- Nuestras estrellas... —pronunció Benett con dificultad, pues Balas ejercía demasiada fuerza sobre sus mejillas y labios, le hacía daño...
- Eso, nuestras estrellas. Pues te digo que... nuestras estrellas van a apagarse —Al terminar dichas palabras, un par de estrellas en el cielo pierden su luz.
- Pero has dicho que...
- ¡Shhh! —Balas no le permite una palabra más a su esposa— Cuando se apaguen, todos, incluyendo tus padres me querrán lejos de aquí; incluso talvez quieran verme morir. Y tú me odiarás. Así que buscaré una forma, una fórmula para que de una vez te enamores de mí y nos largaremos de aquí juntas. Mientras, espera callada.

Balas empuja a Benett hacia un lado, haciéndole caer, terminando en el piso. Estaba claro que la actitud dominante de Balas quedaba por encima de todo lo que Benett pudiera hacer, y no solo físicamente.

- Te he dicho que yo he de solucionar todo esto. Tú no hagas nada, solo... permanece linda, princesa.

Luego de su caída, Benett no se levanta del piso. Se queda agazapada entre objetos de los que no tiene ni idea de lo que sean. Llorando, con abundantes lágrimas pero sin emitir el más mínimo sonido, Benett buscaba únicamente con la vista alguna forma de escapar de su encierro; mientras que al mismo tiempo, se preguntaba tristemente sobre el por qué habría tenido tan mala suerte en el amor.
Chrisgarcia18 de diciembre de 2010

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