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Debidas de Vidas Bebidas

Y parecía llorar… Parecía estallar por dentro, sin dejarlo salir. No parecía morir, pero parecía perder la vida, mientras amontonaba todas sus penas y angustias en el fondo de su garganta, para luego tragarlas con extensos y reiterados sorbos a la botella. La empinaba continuamente; los brillos traslúcidos del cristal marrón le hipnotizaban.

Una sofocante sensación en su cuello volvía indócil y áspero el paso del licor, pero pensaba que entre más bebiera, con más ligereza bajaría luego. Y sencillamente tenía razón. La bebida aliviaba la congestión que sus preocupaciones le provocaban; ése tan clásico nudo en la garganta. Pero a medida que bebía, la botella reía irónicamente, mientras a él se le llenaba la cara de arrugas.

Cuando la botella quedó seca, ella reía a carcajadas y se burlaba. Él mantenía sus ojos cerrados, e involuntariamente estiraba todos los músculos de su cara, como si estuviera aguantando en la lengua el más agrio de los cítricos. Se suponía que bebía para ahogar su agonía y agobio; mas lo que había logrado era que comenzaran a exteriorizarse. Poco le faltaba para perder el juicio.

La botella no paraba de reír, no paraba de reír, no paraba de reír…
Ya era suficiente tener que lidiar con su desgraciada vida; no estaba para esa odiosa y despectiva risa. No lo soportó más. Cogió la botella por el cuello y la estrelló contra la pared. La risa se detuvo. En ese momento, él sintió el deseo de reír y burlarse de la botella. Pero se percató que en forma de eco, muy quedamente, la risa continuaba.

- ¡Ya no más! —gritó con desesperación.

Notó que empuñaba el trozo de botella de manera amenazante. Creyó ver una salida… Apuntó el filo del vidrio a su muñeca, a sus venas que, con una sola estocada bastaría para dejar correr la mayoría de su sangre por el piso, dejando que con ella se le escurriera la vida. Pero se detuvo antes de cortarse. Se dio cuenta de lo bajo que había caído. Se sintió tan indigno, que creyó que incluso ni de la muerte era merecedor.

Entonces, no parecía llorar… Lloraba. No parecía estallar por dentro, estalló y lo dejó salir. No parecía morir, perdió la vida en ese momento, mientras regurgitaba sus penas y angustias junto con lo que había bebido de la botella. Tuvo que limpiarlo cuidadosamente. Los brillos traslúcidos del cristal marrón hecho añicos… le provocaban náuseas…
Chrisgarcia31 de enero de 2011

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