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¿y Ahora Qué?

Tocaron a la puerta. Fue un ruido muy quedo, pero como esa noche todo estaba en silencio, fui capaz de percibirlo. A demás, esa forma de tocar era fácilmente reconocible para mí; lo había escuchado en incontables ocasiones en el pasado, así que ya sabía quien estaba allí. Me levanté, inflé el pecho y, con aire de superioridad, me dirigí hacia la puerta hasta abrirla.

-Sabía que volverías —le dije a la chica—Sabía que no serías capaz de abandonarme.

Si bien era cierto que no la creía capaz, la noche anterior tomó las llaves y se fue en el coche, lo cual me afligió de sobremanera, ya que nunca la había visto tan determinada como en ese momento. Ella siempre había sido callada, tímida y reservada. Y ahora que lo pienso, quizá eso fue lo que me gustó de ella desde el principio. Una chica maleable y fácil de manipular, la cual sentía que era de mi propiedad. Por ello mi aflicción ante su actitud de robo, ya que la camioneta era mía. Sin embargo, la tenía frente a mí en ese momento, pero esta vez, no con la misma actitud de siempre: callada, tímida y reservada, sino mas bien con una actitud seria e indiferente. Ella no dijo nada, simplemente cruzó la puerta y se dirigió hacia nuestra habitación.

-¿Qué te hizo volver? —le pregunté con un tono sarcástico mientras le seguía los pasos— ¿Te diste cuenta del error que cometiste?

Una vez más no dijo nada. Sacó una maleta mediana y comenzó a vaciar su armario en ella, lo cual me importó poco.

- ¿Te diste cuanta que sin mí no eres nadie? —le espeté, pero ella no se inmutó. Rápidamente dio un giro y salió de la habitación para pasar al cuarto de baño. Allí revolvió el botiquín, la cómoda de las toallas y algo más. Yo le seguía cada uno de sus desplazamientos, como si estuviese acosándola. Bueno, realmente la estaba acosando.

-No has podido olvidar las noches de pasión que te he hecho pasar, ¿verdad? —le dije entre risitas burlonas, pero no reaccionó a ninguna de mis provocaciones. De regreso a la habitación —como siempre, yo le seguí— terminó de acomodar la maleta mediana. Y en una maleta más pequeña metió todos sus zapatos, tomó ambas y se encaminó a la puerta, la cual seguía abierta desde que había llegado.

-¡Espera! ¿A dónde vas? —grité finalmente. Hubo silencio, en el que me sentí realmente incómodo e indefenso. La razón, para mí, era inexplicable. Ella tenía la mirada clavada en el piso. Por un momento pensé que pronto se echaría a llorar sobre mi pecho y pedirme perdón, pero no ocurrió. Levantó el rostro enérgicamente y, con la voz alzada, como nunca me había hablado, contestó cada una de mis preguntas.

- En orden. ¿Qué me hizo volver? Mis cosas. He venido por mis cosas. ¿Que si me he dado cuenta del error que he cometido? Si. ¡El error que cometí fue dejarme manipular por ti durante tanto tiempo! ¿Que si me he dado cuenta que sin ti no soy nadie? ¡Bah! ¡Por el contrario! Contigo solo soy conocida como “la amante misteriosa del licenciado”. ¡No tengo una identidad propia! ¿Las noches de pasión que me has hecho pasar, dices? ¡Já! ¡Esa es buena! No puedo recordar algo que nunca ha pasado. ¡Eres pésimo en la cama! Y ahora… ¿A dónde voy? Pues si en verdad quieres saberlo, te lo diré: voy con la estilista a probarme peinados. Quiero verme soberbia el día de mi boda.

Hubo nuevamente un silencio incómodo, mucho más incómodo que el primero. Simplemente me quedé parado con la boca abierta, seguramente con una épica cara de idiota de la que cualquiera se hubiese reído hasta el cansancio.

- Si ya no tiene otra pregunta… —agregó ella con desprecio mientras alzaba sus maletas — Con su permiso, “Lic.”— terminó por decir. Acto seguido cruzó por la puerta y desapareció de mi vista. No me devolvió las llaves. Supuse entonces que la camioneta ya no era mía, y me di cuenta de que haberla pagado con mi dinero y ponerla a nombre de ella no había sido una de mis mejores ideas.

Una de dos: O mi mente estaba en blanco y no podía pensar en nada, o estaba tan llena que no era capaz de procesar toda esa información. Reaccioné después de varios minutos de petrificación. Luego, me pregunté a mí mismo con una terrible decepción.
Chrisgarcia29 de enero de 2013

1 Comentarios

  • Serge

    Que chica la de tu historia. Me ha encantado y bien merecido se lo tiene el lic.

    Un gusto leerte de nuevo.

    Serge.

    29/01/13 11:01

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