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El Tintineo

Si hay algo que saque mis peores instintos y me vuelva especialmente agresiva es el tintineo de las monedas cuando me pagan por el servicio de peluquería, no puedo con ello. ¡Y mira que intento que no me altere! pero no puedo remediarlo, y hace que tenga que hacer unos esfuerzos increíbles para poner la mejor de mis sonrisas en vez de dar una dentellada a la mano lanzadora.
Ni siquiera bajo la denominación de “propina” lo tolero.
Entiendo que las personas mayores, que llevan haciéndolo toda la vida, sobre todo ellos, tengan muy arraigada la costumbre y les cueste, pero yo también tengo otras y me aguanto, eso sí, para los menores de 70, ya no; necesito buscarme tácticas para controlar mis ardores apocalípticos.
Ayer, sin ir más lejos, tuve un día especialmente irritable, de esos que alteran el tiempo de tal manera que parezca que llevas cinco horas trabajando cuando el reloj sólo marca dos, pero la tensión acumulada en tan corto espacio hace que hasta el estómago vaya a más revoluciones de lo normal. En esas estábamos, cuando aparece por la puerta el marido de Dª Consuelo, que la pobre mujer es una bendita, pero él, mejor me callo para no delatarme. Pues bien, nada más asomar, sin molestarse en saludar al personal, lanzó un “¿Ya está?” que por poco le cuesta la vida, ya que el secador de pelo estaba en mi mano derecha y lo manejo con una puntería bastante aceptable. A ver, ¿es o no es una pregunta insidiosa? ¿Qué es lo que tiene que estar? ¿La comida, la ropa, el peinado de su señora o …? Mejor, paro, que voy cuesta abajo.
Pues bien, busqué una frase amable en el baúl de mis recuerdos de buen comportamiento y me fui tras la santa, que ya estaba poniéndose el abrigo y el pañuelo. Acto seguido me dirigí a la caja registradora y le comuniqué el importe a abonar al pavo. Sacó su cartera parsimoniosamente y exhibiendo un puñado de billetes, me dedicó dos de diez y después, recopilando los dos euros con cincuenta céntimos, los lanzó hacia la mesita con el tintineo propio de las monedas y claro, al chocar entre ellas, cayeron dos al vacío. Redondas que son, no tuvieron por gracia otra cosa que recorrer media peluquería hasta que las suelas de los zuecos, reconozco que de una manera un tanto brusca, casi las perfora con las baldosas.
No pude más, entre lanzarme al cuello y mantener la compostura, me senté en el suelo y dije: “¿Qué? ¿Jugamos al lanzamiento de monedas ahora que ya estoy puesta?, porque para los bolos no tengo pelota”.
Se hizo el silencio, no sé si para bien o para mal. Eso sí, yo me quedé muy a gusto, aunque hubiese preferido el alarido y el estruje de cuello, pero tiene cárcel.
Conmigomisma12 de abril de 2014

4 Comentarios

  • Asiesmimundo

    Chica, pues dos euros y pico, a mi me vendrían bien.
    A disfrutarlos con las compis!! Ponéis un poco más... Y un "algo" a la salud del "fulano"

    12/04/14 07:04

  • Conmigomisma

    Gracias por tu comentario. Un saludo.

    13/04/14 06:04

  • Sandor

    Este texto,desahogo de un mal momento es casi una columna periodistica y en ese sentido me gusta. No entro en un anális de una situación personal que desconozco.
    Saludos
    Carlos

    15/06/14 06:06

  • Conmigomisma

    Muchas gracias por tu comentario, Carlos.

    17/06/14 10:06

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