En la pequeña y maloliente choza escuchó las palabras de la anciana, que le profetizaba que con toda seguridad moriría la noche siguiente. Ante la evidencia de lo que la anciana sabía sobre él, se marchó rápidamente, no sin antes pagar una buena suma de dinero, y en la ciudad preguntó por el caballo más veloz que hubiera. La noche dejaba sus últimos vestigios en los callejones llenos de borrachos cuando se oyeron las patas apresuradas del caballo que dejaba la ciudad. Tenía este una velocidad extraordinaria y su jinete se sentía muy satisfecho, ya que había pagado por el un precio muy alto y el caballo no lo decepcionaba en lo más mínimo. Y así jinete y caballo abandonaron las planicies orientales internándose en los bosques más occidentales de su tierra, para pasar luego a las campiñas donde la vid se produce como si brotara del agua. Pararon poco a descansar, en un pueblo perdido en la campiña; el jinete comía apresuradamente y el caballo debió masticar su último bocado en carrera. Y la frenética carrera seguía su curso cuando el jinete se dio cuenta que la tierra que pisaban de golpe desaparecía y abajo solo se veía el mar, era una caída a la que tal vez sobreviviría, pero no al mar, ya que no sabía nadar. Pensó en su designio e imaginó que la profecía acabaría con él ahogándose en el mar, cuando la tarde estuviera cayendo. Pero cual fue su sorpresa que el caballo parecía correr por el aire. Gritó de alegría, aunque después meditó cuanto tiempo más seguiría así, porque todavía se lo ve pasar.

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2 Comentarios

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  Estela

  ?El jinete era del Olimpo, y montaba a Pegaso, tal vez?
  Una historia absolutamente deliciosa, creciendo el suspenso, y con un final impredecible!...
  
  Muy bueno!

  26/08/08 08:08

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  Cuervoblanco

  No, no era el pegaso, era un caballo cualquiera... De golpe quiz?s las cosas cambien y uno se descuber durmiendo en la casa del vecino y una t?a en la nuestra... qu? se yo. Me alegro que te haya gustado.

  26/08/08 08:08