Amé, esperando recibir el mismo amor, aún sabiendo que solo abriría las cicatrices que aún no han dejado de sangrar, escondiendo que nunca he sido capaz de amar a ese reflejo sombrío, de sonrisa cóncava y de corazón desierto.
Respeté, esperando recibir el mismo respeto, obviando que carecer de respeto hacia uno mismo, te exime de la posibilidad de respetar y merecerlo.
Perdoné, esperando recibir el mismo perdón hacia mis acciones, ignorando que el perdón mal dirigido solo acaba pudriendote por dentro.
¿Por ello soy menos humana?
La introspección es un camino con un único destino, un lugar vacío donde las paredes vibran y se resquebrajan por el silencio, al que soy incapaz de bajar los decibelios, que destroza mis tímpanos y me nubla los pensamientos, un silencio que me demuestra que hay algo peor que sentir dolor y querer derramar llanto todo el tiempo.
Una vez leí, que en un momento dado de la vida, morimos sin que nos entierren y ahí es cuando se cumple nuestro destino.
Quizá por eso ya no amo, ni respeto, ni perdono.
