Quisiera calmar el ruido de mi mente
o conducirlo a verdades coherentes
existiendo sin tener que pensar
ni meditar en la negativa antes de actuar.
Pero, he pecado por temor a la vida,
viviendo una muerte consciente
suicidándome cada día
incontables veces.
Oh madre, he pronunciado sandeces,
palabras que no deben ser dichas.
Me he encerrado en mi misma
gritándolas en privado
a escondidas.
Oh madre, ¡he perdido la fe en la humanidad!
He dejado de creer en los demás.
y con ello, he dejado de creer en mi misma.
He pecado de incredulidad
por confiar en una pena ajena a la mía.
He pronunciado la palabra perdón
sin comprobar si estaba corrompida
por la culpabilidad o el anhelo
la deshonra o la dicha.
Oh madre, he aprendido a perdonar a los demás
pero no, a perdonarme a mi misma.