El nacimiento es como la hoja en blanco
primera de cualquier libro; deletreado
sólo hay un nombre, un título, vacío
de vivencias mas pleno de presagios;
es la inocencia antes de ser devorada
por la experiencia, por los argumentos
sumados en capítulos estancos; es lo
primigenio, lo básico; tiene el halo
del misterio de lo no acontecido;
es el inicio del sendero, del camino
aún no hollado, donde no hay pasado
sino presente y un futuro prologado;
sólo el tiempo lo convierte en recuerdo
y con el paso de los años, lo bendecimos
o maldecimos, según que nuestro sino
haya sido el deseado, o por el contrario,
un mar de anhelos no cumplidos; dentro
de nosotros mismos, sentimos ese latido
que va marcando el paso hacia ese final
temido para algunos, para otros ansiado:
la muerte que cierra el círculo; su palio,
el relato que se ha deshojado; su abrazo,
el epílogo de nuestro libro ya cerrado.