Y él se la llevó al río
en beso de luna grana
y su vientre se hizo lava,
mil carbones encendidos
que las aguas no apagaran.
Roja de noches de estío,
sangre que hierve y que ama,
arde su pecho prendido
de su piel canela y ámbar.
Mas él la dejó en el río
al cantar el gallo al alba,
llora el sauce aterido
por la niña abandonada.
El río susurra quejíos
que en el aire se desgranan,
y un cometa perdido
el cielo tiñe de gualda.
Lanza el lobo su aullido,
calla la rana en la charca,
huye la garza del nido
entre juncales y cañas.
Ella miróse en el río
y a la muerte conjuraba,
y con un postrer suspiro
se hundió en las frías aguas.
El galán queda dormido,
sueña que muerta flotaba
sobre el cauce de ese río
donde él la enamorara.
Monta el caballo con brío,
vuelve al remanso de plata,
y es el doliente testigo
de la niña ahogada.
A ella se la llevó el río,
A él el recuerdo que mata.