Se produjo en las edades tiernas: el ala de la voluntad, cual mariposa de los vientos, era entonces errante y la felicidad era una consecuencia directa de la infancia. Se representaba entonces el mundo como un día con mucho sol y risas de cuentos abiertos, infinitos y soberanos. Eran los tiempos en que todo el existir se nos mostraba como un juego en cada momento; una especie de sueño sin cesar. Se produjo en las edades tiernas. Y en su esplendor quedó colgada para siempre nuestra sonrisa de época infantil.