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El Requiem de Los Suspiros




La sala estaba iluminada por la luz tenue de las velas, ella se encontraba tirada en el suelo, mirando hacia el techo y esperando a que llovieran respuestas. Sin embargo, era consciente de que para su causa ya no las había. Ciertamente sentía un vacío que nada podía mitigar. A través de la ropa ,el frío de una estación sin luz y una vida tenue, activaba sus nervios, aquellos a los que se les había ordenado no sentir nada en ciertos momentos. Momentos que siempre permanecerían ahí, reducidos a letras, guardados en libros, todo, con el fin de que su pequeño corazón no se destruyera más aún. Poco quedaba que salvar, sus razonamientos ya no servían de nada, sus logros no serían compartidos con nadie, sus lágrimas habían dejado de tener sentido alguno y sus días, inservibles y obligados, pasaban, poco a poco, lentamente, infligiendo el castigo de la duda.

Había malgastado la poca tinta que le quedaba en ocultarse a si misma en vez de mostrar el valor que guardaba en su interior, había dado forma a los trazos de tinta que escondían quién era, cómo pensaba o lo que esperaba de la vida y las personas, pero ¿de qué servía esperar?; esa era la pregunta que se formulaba cada mañana y ningún rayo de sol era capaz de responderla.

Era consciente de que en esta etapa de su vida la lluvia era su mejor amiga y las marchas fúnebres la melodía que hacía de ella alguien un poco más fuerte. Una suave brisa sería capaz de desbaratar toda su introspección. Realmente no era tan fuerte como parecía, ni tan insensible como se mostraba. Tan solo necesitaba no volver a ser dañada, no esperar nunca más de lo que podrían darle, no soñar más allá de la realidad y deshacerse de esa parte de ella que dolía y consumía la poca esencia que quedaba. Los imperceptibles suspiros ardían sobre la llama de las velas, las yemas de los dedos recorrían las piedras de la habitación en busca de aquello que se había perdido y que no podía verse con los ojos, aquello que respondía al nombre de amor y que jamás volvería a ser encontrado como la primera vez. Las lágrimas de sus ojos se evaporaban, como si se tratase de agua hirviendo, cargadas de rabia e impotencia ante la incapacidad de poder cambiar historias de las que no era autora, sentimientos que había creído extintos se esforzaban por salir a la superficie desde el cementerio de los sueños, echarles tierra no iba a evitar nada y lanzarse hacia ellos supondría el propio suicidio de una mente brillante. Era pues ese el dilema de nuestra joven, vivir en un mar de recuerdos o destapar las esencias del jardín más bello del mundo para que murieran contaminadas por la atmósfera que las rodeaba.

La sala estaba iluminada por la luz tenue de las velas, ella se encontraba tirada en el suelo, mirando hacia el techo, ya no esperaba respuestas, pues era consciente de que jamás las encontraría.
Elinea02 de abril de 2013

3 Comentarios

  • Martinamanuello

    Hermoso texto...

    03/04/13 03:04

  • Saalmu

    sin palabras...

    04/04/13 02:04

  • Elinea

    Agradezco que haya despertado esas opiniones.
    Un saludo chicas:)

    04/04/13 05:04

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