Cuantas Veces...
¿Cuántas veces has pensado que hacías lo correcto, y cuantas de esas te equivocaste? Y como saber que hoy, ayer o mañana no será una de esas. ¿Cuántas veces marcaste su número, pero no llamaste? ¿Cuántos mensajes has escrito que no enviaste jamás? ¿Cuántas palabras se han quedado sin ser dichas? ¿Cuántos cafés, cuantos abrazos, cuantos te quiero, cuantos besos, cuantos…? Cuantos se perdieron en el “¿y si no es buena idea?”, cuantas preguntas nos hacemos día a día convenciéndonos de que tenemos la respuesta pero ¿ y si no la tenemos? Entonces que, ENTONCES QUE.
A veces me pregunto, ¿de que tenemos tanto miedo, de morir o de vivir, de equivocarnos o precisamente de no hacerlo? De que sirve ahogarnos con el peso de nuestras palabras anclados a aquel día, en aquel banco o en aquel portal donde pensamos “¿y si no es buena idea?”, de que sirve caminar de la mano de nuestros fantasmas si nunca les quitamos la manta, de que sirve todo esto… la verdad es que no lo sé.
Cada noche nos abrazamos al consuelo de haber hecho lo “correcto” buscando el calor que nos falta, el calor de ese abrazo o ese beso que no era buena idea, el calor de ese “no te vayas, quédate” , el calor de aquel café que debimos tomarnos en esa cafetería que llevamos meses evitando por si, no sé, por si quizás nos equivocamos.
Y nunca está de más decir que no, que no llegará ningún consuelo que te toque el hombro y corte tus cadenas, esas que tu mismo te tejiste, y deja de preguntarte porque tropiezas una y otra vez con la misma piedra, porque no es la piedra eres tú que estás atado a tantos “¿y si?” que no puedes dar un paso firme, sin pensar que vas en la dirección equivocada.
Y si hay una parte, una sola parte que te diga que des la vuelta, una parte que te sacuda los miedos, deja que lo haga, porque a lo mejor y solo a lo mejor SI era buena idea, y el consuelo de un “lo intestaste” no ata, libera.
Así que no sé, quizás, puede que… yo que sé.
